El Cubil De La Bruja Historia de Terror

El Cubil De La Bruja Historia de Terror

Soy policía desde hace años El Cubil De La Bruja Historia de Terror. Durante mi servicio me ha tocado ver muchas cosas dignas de ser contadas, sin embargo, ninguna historia se compara al relato que estoy por compartirles. Este tipo de relatos, de los cuales muchas veces los noticieros, también son testigos, no suelen aparecer en la televisión, pues son tan increíbles, que aun con evidencia suelen ser tomados como falsos, no obstante, los que hemos estado allí, viendo de frente, sabemos que es real.
Todo comenzó una noche de diciembre. Nos encontrábamos patrullando en una noche tranquila. Pasábamos por una zona muy popular y concurrida en la colonia Moderna, de Guadalajara. Recibimos una llamada acerca de una camioneta que se veía sospechosa.
Cuando llegamos, nos encontramos a un señor de unos sesenta años, quien, al vernos, se puso muy nervioso, aunque muy cooperativo, no se negó a mostrarnos la camioneta, misma que tenía una caja, al parecer funcionaba para transportar carne, pues había residuos de sangre y carne por toda la caja.
De primera mano no encontramos nada, sin embargo, el señor lució cada vez más nervioso, al notar yo esta actitud, comencé a presionarlo con preguntas, para ver si podía doblegarlo.
No hizo falta presionar tanto al hombre, después de un par de preguntas, nos llevó de nuevo a revisar la caja. El piso de la caja, era falso, lo levantó y dejo al descubierto varios cadáveres de perros, sin piel y sin órganos internos.

Casi me vomito cuando vi el siniestro descubrimiento.

El hombre comenzó a ponerse a la defensiva, decía que no era delito cargar cadáveres de animales, pero nosotros lo remitimos al ministerio público, para ver cuál sería su procedimiento.
Dejaron libre al hombre. Yo le pregunté en confianza al señor, cuál era el propósito de cargar esos cuerpos, a lo que él me confesó que eran encargos de varias personas que se dedicaban a la brujería. Antes de irse, me apuntó una dirección en una hoja, explicando que allí podía averiguar más.
La curiosidad me ganó, y estando de civil, fui hasta el domicilio, que mantendré en el anonimato.

Estaba muy cerca del lugar donde detuvimos al hombre en su camioneta. Era una casa enorme, de estilo colonial.

Las personas transcurrían por la calle, de un lado a otro. Después de un rato de estar estacionado, comencé a notar, que cada cierto tiempo, llegaban vehículos de lujo, se estacionaban afuera. La mayoría de las personas que ingresaban a la casa, se les notaban ciertas deformidades, muy evidentes.
En un principio, no me animaba a indagar sobre el domicilio, pero después de sentirme incómodo dentro del auto, me bajé y llegue a una tienda local, donde después de compra una coca y una cajetilla de cigarros, me esperé a que las personas que se encontraban también allí, enseguida me acerque al encargado para hacerle algunas preguntas, pero no fue muy cooperativo, de hecho, al final se puso grosero, y me dijo que podía llegar a preguntar personalmente, si era que me inquietaba tanto.
Aunque el tono del tendero fue grosero, tenía toda la razón, nada perdía si llegaba directamente a tocar a la casa, total, lo peor que podía pasar es que me corrieran.
Entonces traspasé la puerta de acceso a los jardines, luego caminé por un camino de cantera, y llegue al enorme arco de entrada, la construcción era muy ornamentada, su construcción tendría al menos un siglo de antigüedad.
Oprimí un botón en un intercomunicador que tenía una bocina, después de unos minutos, me abrió la puerta una mujer joven. Me preguntó si tenía cita, me hice el que sabía, así que le respondí que no, que a eso venía, ella me preguntó qué porque no lo había hecho por teléfono, le respondí que lo había perdido. Me apuntó en una libreta mugrosa. Intenté ver dentro de la casa, pero todo estaba cubierto con cortinas oscuras, y un olor un poco repulsivo me obligo a estornudar, esto hizo que mis ojos empezaran a llorar. Me fui, tenía la cita dentro de quince días, afortunadamente o desafortunadamente no tuve que esperar tanto tiempo.
Nos encontrábamos en servicio, cuando se nos llamó de emergencia, pues había un tiroteo en una casa. Sería el destino o seria casualidad, era el mismo domicilio que visité anteriormente. Le dije a mi compañero, que esa era la dirección que me dio el hombre al que detuvimos con la camioneta llena de cadáveres de perros.
Cuando llegamos había mucha gente afuera de la casa, ya estaba una ambulancia, con los paramédicos atendiendo a un par de personas heridas. Me acerqué a ver a las personas que atendían los paramédicos, eran de un aspecto tan extraño, que no lograría describirlo, algo en sus rostros, no se veían normales, era como si presentaran ciertas deformidades que lograban hacer parecer a sus rostros, como si fueran personas malignas, de hecho, eso me transmitían.
Ingresamos al domicilio, pues una mujer que decía ser uno de los propietarios, nos dio su autorización, nos informaba que un cliente se volvió loco y sacó una pistola, hiriendo a las personas que estaban afuera, según testigos, el sujeto se encerró en el sótano de la casa, afortunadamente no había nadie abajo.
Comenzamos a revisar la casa, todo se veía muy modernos dentro, aún no sabía que servicio ofrecía aquel lugar, aunque ya me formaba una idea, pues algunos muros estaban adornados con extraños símbolos usados en brujería, además de algunos cuadros con pinturas representando a ángeles, imágenes demasiado realistas para mi gusto, era imposible no sentir escalofríos al mirarlas, casi me daba la impresión de que los rostros allí pintados, me seguían con la mirada. Por toda la casa se sentía cierta mala vibra y cada pasillo que atravesábamos, yo mantenía cierta sensación, como si me jalara hacia el piso.
Llegamos hasta una habitación, donde nos indicaron, se encontraba la escalera que daba al sótano. En ese lugar, había todo tipo de figuras extrañas, manteles blancos, símbolos y yerbas, incluso en un rincón estaban amontonados algunos peces diablo, de esos que usan para hacer brujería. Era obvio que aquel lugar era utilizado como el consultorio para limpias y esas cosas esotéricas.
La entrada al sótano, era solo una reja que daba hacia unas escaleras de caracol. En cuanto llegamos, el hombre que estaba abajo, asomo el arma entre dos barrotes, comenzó a amenazar que si no nos íbamos dispararía, después nos reclamó diciéndonos que no debíamos proteger a una bruja, que su problema era solo con ella.
Disuadimos al hombre para que soltara el arma, haciéndole ver que se encontraba en una situación peligrosa, para esto, ya estaban otra unidad de compañeros junto a nosotros, abrimos la reja y lo detuvimos, cuando llevaban al hombre, nos gritaba que nos arrepentiríamos, que a quien deberíamos retener era a la bruja que nos acompañaba.
Una vez que todo se quedó en silencio, escuchamos unos quejidos abajo, en el sótano, le preguntamos a la mujer, que, si todo estaba bien allá abajo, esto hizo que la mujer se pusiera nerviosa, cosa que nos despertó cierta sospecha, entonces decidimos bajar a investigar.
Un olor fétido nos recibió, casi nos obligó a vomitar, sin embargo, seguimos bajando las escaleras, casi llegando al último escalón, pisé algo que me hizo caer, mi compañero me levantó. Como estaba todo muy oscuro, encendimos nuestras lámparas de mano, y ante nuestros ojos, se dibujó una escena tanto infernal, como repugnante.
El piso, estaba lleno de símbolos hechos con pedazos de carne y cráneos de perros muertos, yo no aguanté y me vomite.
Mi compañero, de repente me dijo que escuchara, que los sonidos venían de más delante. Seguí caminando, tratando de controlar mis náuseas. Llegamos hasta una enorme mesa, donde estaba una especie de cúpula de cristal, que resguardaba al objeto de donde provenían los lamentos.
De no ser porque mi compañero y otro policía que se encontraba allí lo vieron, hasta yo tendría mis dudas de lo que vi. Era un hombrecito atravesado por varios alfileres en su cuerpo, mediría no más de cincuenta centimanos, llevaba puesto solo un sombrero largo, con dos picos en la punta, era algo espantoso ver las expresiones que tomaba su rostro.
Sinceramente, no soporté estar allí dentro, no aguantaba el hedor, la mirada del hombrecillo, ni sus gritos de agonía. Salí corriendo de la casa.
Remitieron el caso al ministerio, mis compañeros y yo dimos nuestra declaración de los hechos, sin embargo, omitimos lo del hombrecillo, pues como les he dicho, suena tan increíble que nadie nos tomaría en serio.
Ya no supe nada del caso, pues fui asignado a otra zona. Me enteré por los compañeros que cuando yo salí corriendo, el ser dentro del cristal se desvaneció ante sus ojos, y que después de aquella experiencia, solían tener horribles pesadillas. Yo sinceramente jamás he soñado con aquel suceso, aunque siempre que lo recuerdo siento miedo.
A veces me pregunto que sería lo que hacía aquella mujer con los cadáveres de perro. No sé, hay cosas que es mejor seguir ignorando.
 
Autor: Mauricio Farfán
Derechos Reservados

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