El Gato Del Callejón Embrujado Historia de Terror

El Gato Del Callejón Embrujado Historia de Terror

Gatos, animales místicos, han estado al lado del ser humano desde aquellos lejanos tiempos de los Faraones siendo adorados como dioses El Gato Del Callejón Embrujado Historia de Terror.
Claramente, una criatura divinizada tarde o temprano iba a llamar la atención de aquellas personas que manejan energías de bajo astral, la práctica de utilizar gatos, mayormente negros, para rituales malignos llegó a su pico más alto en el siglo doce, fue entonces que la Santa Inquisición comenzó una casa de estos animales para evitar que las brujas pudieran utilizarlos.
Fue desde aquel entonces que entre la gente se comenzó a correr la leyenda de que los gatos negros son malos, que predicen catástrofes y que anuncian la muerte.
Aun a día de hoy hay personas que siguen creyendo que ver o tocar un gato negro es de mala suerte. mi madre creía eso, esa fue la razón por la cual en aquella ocasión me dijo que debía ir a tirar a uno de los gatitos de la camada de nuestra gata, yo no quería hacerlo, pero si la desobedecía tendría que enfrentarme al cinto, y no gracias.
Así que agarré al gatito y salí a la calle, caminé como por media hora hasta que llegué a un callejón y ahí dejé al animal, recuerdo que lloré, pues en aquel entonces yo apenas tenía doce.
Con el paso del tiempo comenzaron a escucharse rumores sobre aquel callejón.
La primera persona que dijo algo raro sobre ese lugar fue un vagabundo que dormía ahí, dijo que una noche había llegado una vieja muy rara a vivir en aquel callejón, el vagabundo decía que la anciana hablaba con las moscas, cucarachas y con los ratones, dijo que incluso a veces parecía que los ratones le respondían.
Luego surgió otro rumor y luego otro, y así hasta que ya se decían tantas cosas malas de ese callejón que nadie quería pasar por ahi, daba bastante miedo.
Una de las cosas raras que pasaban ahí era que la lámpara que estaba frente al callejón nunca funcionaba, pero sin duda alguna lo que más daba miedo era que cuando un gato entraba al oscuro callejón, ya nunca volvía a salir.
En una ocasión una de mis vecinas se atrevió a entrar al callejón porque iba persiguiendo a su gato que acababa de meterse ahí, la vecina si salió, pero nunca volvió a ser la misma, se volvió loca y andaba vagando por la calle, decía puras cosas raras que daban miedo, lo que más repetía era que adentro del callejón había una bruja que se comía a los gatos.
Luego de eso pues la casa de esa vecina fue desocupada y llegó a vivir un muchacho que tenía 2 perros.
Una noche él salió a caminar mientras paseaba a sus perros, cuando pasó por el callejón sus mascotas se volvieron locas, estaban furiosas y comenzaron a ladrarle al callejón, pero no entraban, era como si estuvieran oliendo una energía maligna o algo por el estilo.
Algunos días después los perros murieron pues habían enfermado de gravedad, recuerdo perfectamente bien que esos perros murieron el 5 de enero del 2005, pues al día siguiente me hicieron una comida por haber cumplido 13.
Mi madre, como regalo me dio un gato blanco, no era una cría, ya era un gato grande de edad.
Recuerdo perfectamente bien que a ese gato le puse de nombre Pelusa, elegí ese nombre porque el pelaje de mi nueva mascota era igual de esponjoso que el del gato blanco que sale en una película donde hay un ratón que habla.
Mi gato y yo éramos felices pasando el día juntos, se la pasaba frotándome, brincaba de un lado a otro sin control, siempre andaba cazando animales. Recuerdo que en una ocasión me sacó un susto porque atrapó una cucaracha viva y fue a dejarla en mis pies, salí corriendo.
En una ocasión una rata grande se metió a la casa, y Pelusa la andaba tratando de atrapar, pero la rata era muy ágil, mi gato no se rendía, la andaba siguiendo por atrás del réfri y debajo de los sillones.
Hasta que la rata sin saber dónde más esconderse se salió de la casa, mi gato salió tras ella, yo fui tras mi gato, pues casi no lo dejaba salir por miedo que se fuera a meter al siniestro callejón. pues dicho y hecho, la rata iba de prisa rumbo al callejón, mi gato detrás y yo detrás del gato.
Ya estábamos cerca así que corrí lo más rápido que pude y alcancé a agarrar a mi gato, pero lo hice justo cuando la oscuridad del callejón ya lo había cubierto, me tomó media milésima de segundo jalarlo hacia mí, pero ese cortísimo tiempo fue suficiente para que algo dentro de Pelusa cambiara.
En ese momento no me di cuenta, sino que con el paso de los días fui notando detalles, por ejemplo, su mirada había cambiado, no de forma muy radical, su mirada siempre había sido profunda, pero se había vuelto vacía más que profunda, como si algo dentro le hubiera sido arrancado.
Otra cosa era que comenzó a marcar los lugares donde mi madre ponía la biblia, eso ya fue una bandera roja gigantesca, si la ponía en la mesa iba y marcaba, si al día siguiente la movía al buró pues ahí va a marcar, nunca marcó la biblia en sí, solo el lugar donde estaba colocada.
También comenzó a dormir solo en las esquinas, cada noche dormía en una esquina diferente y siempre con la cabeza apuntando a la esquina.
Poco a poco dejó de jugar conmigo, se la pasaba caminando por toda la casa siguiendo las paredes, había días que no le veía comer ni una sola vez, nunca dejó de tomar agua, por el contrario, bebía más agua cada día.
Yo claramente comencé a preocuparme, pues me comencé a cuestionar si de casualidad no estaba enfermo, pero pues de todas formas no tenía dinero como para llevarlo a la veterinaria, así que tras pensarlo algunos días decidí llevar a Pelusa con la curandera de la colonia, una mujer muy pero muy mayor, nunca nadie supo su edad, pero mi abuela decía que cuando esa mujer llegó a vivir a la colonia ya se veía como de unos 60, mi madre aun no nacía, y en el 2005 mi mamá ya tenía 40. Así que la vieja fácil si tenia más de 100.
En cuanto entre a la casa de la anciana, Pelusa se puso como loco, me atacó con sus garras inclusive me mordió la mano, mi gato definitivamente no quería estar ahí.
La curandera rápidamente notó la actitud tan rara del gato y se acercó rápido conmigo para agarrar al gato con fuerza, Pelusa como que quiso atacarla, pero ella le detuvo las garras con una mano sin mayor esfuerzo.
Lo llevó a su mesa y lo amarró de sus dos patas traseras, mi gato forcejeaba y hacía ruidos raros, como si nos estuviera amenazando, yo me estaba asustando.
La anciana me preguntó de donde había sacado al animal, le dije que ya tenía meses con él, y que de un día para otro se volvió a comportar así de raro, le conté todo lo que le estaba pasando.
Ella me dijo que los gatos no cambian solo porque si, me dijo que si quería su ayuda tenía que decirle exactamente qué es lo que había pasado, que de lo contrario me las tendría que arreglar yo solo.
Entonces le dije que mi gato se había adentrado unos 30 centímetros a ese callejón siniestro, pero le aclaré que fue solo un instante, la curandera me preguntó por qué mi gato había entrado ahí, y le conté que iba persiguiendo a una rata bastante grande.
La curandera me contó que adentro de ese callejón habitaba una bruja muy antigua, que ya no tenía fuerzas para hacer ningún trabajo, y que solo seguía viviendo porque se alimentaba de animales vivos, dijo que los gatos eran los que le daban más vitalidad y por eso ella enviaba ratas a las casas para atraer a los gatos, pero esas ratas estaban embrujadas, entonces, si Pelusa había alcanzado a la rata y se la había comido, pues estaba embrujado y eso explicaría su comportamiento.
Le pregunté si había alguna forma de liberar a mi mascota del embrujo y me dijo que si, pero que no había garantía de que sobreviviera al proceso. le dije que por favor lo intentara.
La anciana fue a tomar una veladora bastante peculiar, era negra y delgada, estaba torcida, parecía como una rama, me dijo que le ayudara a sujetar al gato y que no lo soltara sin importar lo que pasara. Solo asentí con la cabeza.
Agarré a Pelusa de las patas delanteras dejándolo completamente inmóvil, entonces la curandera comenzó a pasar la vela negra cerca del estómago de mi gato. Pelusa gritaba mucho y muy fuerte, hasta comenzó a llorar.
De pronto comenzó a toser como si estuviera a punto de vomitar, me estaba dando asco cuando vi la cosa más perturbadora que alguien se pueda imaginar.
A Pelusa le comenzaron a salir cucarachas y gusanos de la boca, y también un líquido gris espeso con espuma que olía a drenaje, era horripilante y asqueroso.
La vela se apagó y yo entendí que ya podía soltar a mi gato así que lo hice, y rápidamente empecé a quitarme rápido las cucarachas y gusanos que tenía en las manos y en los brazos, luego me vomité.
Mi gato estaba muy débil, se lo notaba en la cara, la curandera me dijo que lo único que quedaba era esperar unos días a ver si mi gato se recuperaba, me indicó que mientras solo le diera vinagre de manzana.
Al cabo de 10 días Pelusa ya estaba bien, como si nada, jamás dejé que volviera a salir de la casa.

 
Autor: Ramiro Contreras
Derechos Reservados

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