Las Brujas De Ixtapaluca 2021

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Las Brujas De Ixtapaluca 2021

Las Brujas De Ixtapaluca… Mi nombre es Francisco, me conocen como el Gordo. Soy de Baja California. estoy casado y afortunadamente aún tengo a mi hija. Mi mujer es de Quintana Roo.

Durante un año estuvimos viviendo en Baja California, pero cuando supimos que íbamos a ser padres mi mujer dijo que quería que fuera más fácil para sus papás visitarla, entendí su postura, pero yo quería irme a vivir al sur del país, así que llegamos a un acuerdo, en cuanto nuestra hija cumpliera dos años nos iríamos a vivir al Estado de México, así estaríamos más o menos a la misma distancia de su familia y de la mía.
 
Tras platicarlo mucho decidimos que no queríamos estar cerca de la contaminación, por nuestra hija, así que decidimos buscar en zonas algo alejadas, además mi mujer, desde antes de casarnos, siempre me había dicho que a ella le gustaría vivir en una casa que tuviera vista a un volcán. Así que compramos un terreno en una colonia a las faldas de uno de los cerros de Ixtapaluca.
 
Por privacidad no daré mi dirección, espero lo entiendan, lo que sí puedo decir que vivo relativamente cerca del Volcán de la Caldera, y del Cerro del Elefante.
 
En cuanto a mi casa, bueno, en aquel entonces no estaba pintada por fuera, todo era block, lo que sí puedo presumir es que desde el patio podemos ver el Popocatépetl y también el Iztaccihuatl. Es una vista hermosa y espectacular.
 
De acuerdo. Nosotros llegamos a vivir a la zona allá por el 2014, a mediados de marzo, los vecinos nos recibieron con cierta desconfianza, no fueron groseros ni nada, tampoco nos sacaban la vuelta, pero por su manera de comportarse era obvio que no eran aficionados de recibir fuereños.
 
A los tres días de habernos instalado una señora, muy amable, fue a llevarnos una vasija con un guisado, delicioso, por cierto, le agradecimos, también le preguntamos por cómo le íbamos a regresar su vasija, la señora nos dijo en cuál casa vivía y que podíamos ir cuando nos hubiéramos terminado la comida. La señora se despidió y nos dijo que procuráramos no sacar mucho a nuestra hija pues muchos vecinos tenían bastantes perros y podría ser peligroso. Le agradecimos la recomendación.
 
El guiso nos duró 2 días, pues sí era bastante, como para una familia de cuatro personas.
 
Yo aún no estaba trabajando, habíamos juntado algo de dinero antes de mudarnos, así que, mientras mi mujer se quedaba con la bebé, yo fui a regresarle la vasija a la señora.
 
En el trayecto me saludé con algunos vecinos, pero todavía podía notar cierto grado de desconfianza, algunos ni siquiera volteaban a verme, la verdad era muy raro, inclusive se sentía un poco incómodo.
 
Cuando llegué a la casa de la señora me recibió uno de sus hijos, lo recuerdo perfectamente bien pues me fue imposible no notar la cicatriz que el niño tenía en la cara, de hecho, él, que actualmente tiene como 20 años, sigue teniendo muy marcada esa cicatriz.
 
En fin, el niño fue a hablarle a su mamá y la señora me invitó a pasar, acepté, cuando pasé a la cocina para dejar la vasija noté que la señora tenía también una hija, la niña tenía una marca extraña en uno de sus brazos.
 
Aproveché para comentarle que los vecinos nos veían con desconfianza. La señora me dijo que eso tenía una explicación, me pidió que me sentara para que pudiera contarme, me ofreció un vaso de agua y luego ella también se sentó.
 
Me dijo que algunos años atrás había llegado a la colonia un señor con sus tres hijas, venían de Tlaxcala. La más grande de las muchachitas tenía como 15 años. Dijo que las 3 eran demasiado coquetas, siempre que salían a algún lado iban con blusas de tirantes y minifalda o short, pero demasiado corto.
 
La señora dijo que llamaron la atención de muchos hombres de la colonia e inclusive dijo que las tres se llegaron a meter con hombres casados. Nadie se atrevía a decirles nada pues su padre siempre andaba armado. El problema fue que empezaron a desaparecer bebés, específicamente, los bebés de los hombres con los que las muchachitas se habían metido.
 
Eso ya no lo iban a permitir así que todos los vecinos fueron a la casa donde vivían con la intención de lincharlas, su padre quiso defenderlas, obvio, pero entre la multitud lo mataron a pedradas, las jovencitas huyeron hacia el cerro, pudieron darle alcance solo a una, y la mataron, las otras dos escaparon.
 
Yo estaba impactado ante la tremenda historia que me estaba contando la señora. Le pregunté qué había pasado después y me dijo que de vez en cuando una de las hijas de aquel señor baja del cerro para llevarse a algún niño pequeño. Me dijo que sus hijos habían sido de los pocos afortunados en vivir para contarlo. Ahí entendí que la cicatriz que tenía el niño y la marca que tenía la niña, se las habían hecho cuando intentaron llevárselos.
 
Sentí miedo, más porqué tengo una hija. La señora nunca lo mencionó, pero claramente se trataba de brujas, cuando quise preguntarle si en efecto de eso se trataba me dijo que no podía hablar más sobre eso, porque las hace enojar.
 
La señora me dijo que de momento no tenía nada de qué preocuparme pues siempre venían por el infante más pequeño, y dijo que había 2 o 3 que eran más chicos que mi hija, así que podía estar tranquilo, me lo aseguró.
 
Me quede intranquilo, inquieto, y muy pensativo. Me levanté y le agradecí a la señora antes de salir de su hogar. Fui de regreso a mi casa, iba pensando en qué le iba a decir exactamente a mi esposa sobre lo que me había dicho la señora.

Y pues no me quedó de otra que contarle tal cuál, letra por letra, lo que me habían dicho sobre el incidente con las muchachas de Tlaxcala. Mi mujer no dijo nada al respecto.
 
Pasaron algunos días, yo seguía sin trabajar, pues antes de mudarnos ahí habíamos ahorrado algo de dinero para tomarnos unas merecidas vacaciones, además, la relación con los vecinos seguía siendo rara, así que decidí quedarme en casa hasta que sintiera todo más relajado.
 
Mas o menos como a los 10 días comencé a notar que los vecinos ya no nos veían con tanta desconfianza, eso me tranquilizó un poco. Aunque todavía alguno que evitaba mirarnos directamente.
 
Sé que lo que voy a decir sonará cruel, pero mi mujer averiguó que en efecto había niños más pequeños que nuestra hija así que nos quedamos tranquilos respecto a eso pues primero se tendrían que llevar a los otros niños, eso, de cierta forma, nos alivió.
 
Una noche, mientras mi esposa estaba bañando a la niña, yo salí a tender la ropa, y mientras estaba en eso pude ver un fenómeno extraño, al menos lo fue para mí. Un montón de pequeñas luces parpadeantes comenzaron a salir del suelo, pero no solo era en mi casa, también podían verse esas luces en las casas de los vecinos. Eran muchísimas luces, tantas que incomodaban, así que mejor entré a la casa.
 
Aparte de la puerta de fierro tenemos una puerta de malla metálica que permite que entre el aire y también deja ver hacia afuera. Así que no cerré la puerta de fierro, solo la de malla para seguir viendo esas misteriosas luces.
 
Mi mujer me gritó desde el baño preguntándome que sí ya había tendido la ropa tan rápido, le respondí que no y le dije de las luces. Mi esposa se apuró a sacar a la niña del baño, lo envolvió en toallas y se acercó a donde estaba yo, ella también pudo ver las luces.
 
Pasaron las horas y las luces seguían ahí, inertes, parpadeando, mi mujer se fue a dormir junta con la niña, yo me quedé ahí hasta que las luces desaparecieron, eso ocurrió hasta las 4 de la madrugada.
 
Me dormí un rato, en la mañana me preparé un café antes de meterme a bañar, luego desayuné con mi esposa e hija, y más tarde salí a ver si alguno de los vecinos sabía algo de aquellas extrañas luces.
 
Nada más al abrir la puerta, lo primero que vi fue a los vecinos amontonados como si estuvieran viendo algo, me acerqué rápido. Resulta que un viejito estaba vendiendo cebollas y todos los vecinos estaban comprando varios kilos. Tal vez fue el resultado de histeria colectiva, no lo sé, pero hasta yo compré cebolla.
 
Ese viejito vendió toda la cebolla que llevaba, su carreta quedó vacía, no dejaron ni las capas. Así como que no queriendo le pregunté a uno de los vecinos si siempre se vendía así la cebolla, me respondió que solo cuando las luces parpadeantes salían de la tierra.

Eso fue más que suficiente para darme cuenta que algo demasiado raro estaba ocurriendo en ese lugar. Es más, tanta fue mi incomodidad que consideré el irnos de ahí, por desgracia primero tendríamos que vender la casa para poder comprar otra, lo que era complicado así que olvidé esa idea.
 
Cuando entré a la casa, con kilo y medio de cebolla entre los brazos, mi mujer me miró extrañada, pues soy alérgico a las cebollas. No me puse muy grave, pero sí comenzó a salirme como salpullido, urticaria, una cosa de esas.
 
Entonces, a la media hora, un vecino llamó a la puerta, mi mujer abrió. El vecino le dijo que él bajaría al centro a comprar tijeras, él tenía vuelta para allá y algunos vecinos le encargaron, mi mujer le preguntó por qué comprar tijeras y él le respondió que por las luces que parpadean, entonces le dijo que sí, que le daría el dinero.

Mi esposa le dio un billete de 200 y le dijo que aparte de las tijeras que de favor comprara un Acomexol, es el medicamento que uso cuando me da la alergia.
 
A eso de las 9 de la noche regresó el vecino con mi medicamento y un par de tijeras. Mi mujer le preguntó qué debía hacer con ellas, el vecino le respondió que había que poner unas debajo de la almohada de la niña y otra debajo de la cama donde la niña durmiera.
 
Mientras me llevaba el medicamento, mi mujer me dijo lo de las tijeras y le dije que por, si sí o por si no, mejor había que hacer lo que le habían dicho. Es mejor se precavido.
 
Mi mujer colocó las tijeras en los lugares indicados, cenamos con tranquilidad y esa noche dormimos muy cómodos, no hubo luces ni ruidos raros. Bueno, solo hubo una cosa, se escuchó un gato maullar mucho, para ese momento ya teníamos dos semanas viviendo ahí y nunca habíamos visto ni escuchado un gato, por eso se nos hizo raro.
 
Por la mañana salí temprano para comprar un poco de pan blanco. Como a 7 casas había un grupo de señoras rezando frente a la puerta, supuse que alguien había fallecido, pero no me animé a preguntar. Seguí mi caminó, llegué a la casa de una doña que vende jugos y pan, compré unos bolillos.
 
De regreso volví a pasar por la casa donde estaban rezando, había algunas personas más reunidas alrededor y noté que algunos estaban mirando hacia el techo de la casa, yo hice lo mismo para saber qué era lo que estaban viendo y me di cuenta que había dos tecolotes blancos grandes mirando fijamente a las mujeres que estaban rezando.
 
Por alguna razón sentí un escalofrío, los rostros de esos tecolotes eran anormales, daban muy mala espina, así que mejor me aparté del lugar y volví a mi casa.
 
Le comenté a mi esposa sobre eso y me dijo que luego de desayunar ella iría a preguntar si alguien había fallecido para ver si podíamos ayudar con algo.
 
Un par de horas más tarde mi mujer fue y vino. Me dijo que nadie había fallecido, sino que estaban rezando precisamente porque los tecolotes estaban en el techo de esa casa. Había mal augurio en esa casa.
 
Mi esposa no entendió exactamente lo que le intentaron explicar pues era complicado, pero me dijo que los tecolotes estaban relacionados con las luces que parpadean, además el matrimonio que vivía en aquella casa tenía un bebé de 9 meses, y los tecolotes al parecer estaban avisando que el bebé estaba corriendo peligro.
 
Nos encerramos y ya no salimos para nada.
 
Al caer la noche mi mujer se metió al cuarto con mi hija, yo me quedé afuera del cuarto, vigilando. Como a las 2 y media de la mañana todos los perros comenzaron a ladrar como locos, había un escándalo horrible, espantoso.
 
Me asomé por la ventana, haciendo a un lado las cortinas, y de pronto pude ver que pasó volando una bola de fuego. Me asusté, nunca había visto una cosa como esa.
 
No dormí en toda la noche, me sentía inquieto y debía estar seguro que nada le iba a pasar a mi familia.
 
Mi mujer salió del cuarto junto con la niña en cuanto salió el Sol. Me dijo que me fuera a acostar, que ya la noche había terminado. La abracé, le di un beso y luego me fui a dormir.
 
Mientras estaba dormido tuve una horrible sensación, como si de pronto me cayera de un lugar alto, así que desperté de golpe y un poco alterado. Eran las 4 de la tarde.
 
Mi mujer ya tenía la comida lista así que solo me enjuagué la cara antes de ir a la mesa.
 
A eso de las 6 de la tarde salí para preguntar si alguien más había visto la bola de fuego. Fui con el vecino de enfrente, un señor que vive solo con sus perros, estaba sentado afuera de su casa, tomando algunas cervezas. Me invitó a sentarme y me dio una lata.
 
Le dije lo que había visto la noche anterior, me comentó que él se despertó cuando sus perros comenzaron a ladrar furiosos y cuando se asomó para ver qué era lo que estaba pasando vio pasar la bola de fuego.

Le pregunté si sabía qué era esa cosa y porqué andaba por aquí, me respondió que sí sabía pero que no podía hablar de eso porque ellas se enojaban. Eso fue exactamente lo mismo que me había dicho la señora con el hijo de la cicatriz.
 
Me preguntó si éramos católicos, le respondí que sí, aunque no solíamos ir mucho a la iglesia, luego me preguntó si mi hija estaba bautizada, le dije que sí, me advirtió que no debía confiarme pues ahí todos los niños estaban bautizados y aun así desaparecían. Además, me recordó que al día siguiente comenzaba la semana santa, el señor dijo que durante toda la semana santa esas cosas estaban más activas y agresivas.
 
Me terminé mi cerveza y agarré otra. El señor me preguntó cuántos años tenía mi hija y le respondí que tenía 2 años. Me contó que él también tenía una hija, pero que una noche una bola de fuego se la llevó, su esposa subió al cerro a buscarla, nunca regresó. El don tenía su mirada inundada de melancolía.
 
Estuvimos platicando un rato más, nos terminamos un doce. Cuando ya me iba a ir me preguntó si yo tenía espejos en la casa, le dije que tenía uno pequeño en el baño y uno mediano en el cuarto.

Me dijo que necesitaba tener más espejos, me pidió que entrara a su casa para ayudarlo a sacar varios espejos, me los iba a regalar para colocarlos en la casa. En total sacamos 5.
 
Me dijo que los espejos ayudan a proteger a los niños de las bolas de fuego, me dejó en claro que no son 100% efectivos, pero si ayudan. Antes de irse me dijo donde debía ponerlos.
 
El espejo que yo ya tenía en el cuarto lo coloqué en una esquina, y puse otros 3 espejos en las esquinas. El espejo que tenía en el baño lo coloqué cerca de la entrada de la casa. Y los otros dos espejos que me había dado el señor los puse afuera del cuarto, esquineados.
 
Esa noche no hubo ladridos, no hubo bolas de fuego, y tampoco hubieron luces parpadeantes, lo único raro de aquella noche fue el guajolote, un enorme guajolote de plumas oscuras, no negras, pero sí muy oscuras, se anduvo paseando por la cuadra unos minutos antes de la media noche, por ratos lo perdía de vista pues se movía, pero cuando no lo veía podía escucharlo, hacía un ruido que definitivamente no hacen los guajolotes normales, el sonido que emitía era agudo y chirriante, como el que hacen los murciélagos.
 
De un momento a otro ya no lo vi y dejó de escucharse, así que me fui a acostar.
 
Desperté temprano, salí a comprar bolillo, y me llevé una gran sorpresa al pasar por la casa donde había visto a los tecolotes, pues había algo indescriptible, eran trozos de madera, hojas secas y algunas plantas extrañas que yo jamás había visto, todo estaba acomodado de tal forma que parecía una fogata, pero al mismo tiempo también parecía un altar satánico.
 
Muchos de los vecinos estaban reunidos ahí, incluyendo a la señora con el niño de la cicatriz, también estaba el don que me había invitado las cervezas. Me acerqué con él para preguntarle qué estaba pasando. Me dijo que esa era la señal de que la cacería de niños iba a comenzar, como ocurría cada año durante semana santa.
 
El matrimonio que vivía en esa casa estaba muy asustado, todos murmuraban y teorizaban sobre lo que iba a ocurrir, alguien se atrevió a decir que se iban a llevar al bebé de la casa, eso puso histérica a la madre, así que comenzaron a hacerse de palabras, las cosas comenzaron a subir de intensidad así que mejor me fui. Compré el pan y regresé a mi casa.
 
Algo grande estaba por suceder, algo sobrenatural y oscuro, todo mundo estaba muy nervioso, la tensión se podía sentir en el aire, y un miedo inexplicable comenzó a apoderarse de mí.
 
Mi mujer y yo nos acostamos temprano, pero a la media noche los ladridos de los perros nos despertaron, sonaban furiosos, como si intentaran asustar a alguien, como si quisieran lanzarse al ataque.
 
Inmediatamente encerré a mi mujer, me asomé por la ventana y pude ver al guajolote de las plumas oscuras siendo correteado por los perros del vecino de enfrente. Pude ver que él se estaba asomando por la ventana, notó mi presencia y me hizo una seña, lo que le entendí fue que no me estuviera asomando, así que decidí hacerle caso.
 
Los ladridos de los perros y el chirrido del guajolote se fueron alejando en dirección del cerro. Pasaron algunos minutos y luego escuché que los perros comenzaron a llorar desesperadamente, como si los estuvieran matando.
 
Sabía que el vecino iba a salir, no tenía ninguna duda de eso, abrí un poco las cortinas para poder ver, en efecto, el don salió de su casa, con un arma en las manos, claramente estaba alterado, nervioso.
 
Golpeé la ventana para que volteara a verme, en cuanto me vio moví la cabeza indicándole que no debía ir al cerro, solo me sostuvo la mirada. Él ya había perdido todo, solo le quedaban sus perros, iba a ir por ellos, aunque le costara la vida.
 
Lo vi irse, se alejó hasta que lo perdí de vista, cerré la ventana, minutos después escuché un par de disparos, luego un grito desgarrador, mi vecino nunca regresó del cerro.
 
Por la mañana algunos vecinos llamaron a la puerta, querían saber si yo había visto algo, les conté. Aproveché para preguntarles sobre la casa donde estaba la extraña fogata. Me dijeron que esa familia estaba bien, pero que todo indicaba que iban a ser atacados en algunos días.
 
Me recomendaron no salir ese día, pues era mejor mantenerme cerca de mi hija por cualquier cosa. Aunque también me advirtieron que no intentara hacer nada si ellas intentaban llevarse a mi hija, pues la gente cuenta que si las atacas se ensañan con su víctima, la hacen sufrir, la torturan.
 
Como a medio día algunos muchachos anduvieron merodeando la casa del don, ya se había corrido la voz de que no iba a volver, sí, entraron a su casa y comenzaron a sacar las cosas, preferí no seguir viendo.
 
No quería salir, pero ya se había terminado toda la leche, pañales y toallitas que habíamos llevado desde Baja California. Así que tuve que salir, fui a la tiendita que estaba al principio de la colonia, pero no vendían leche deslactosada, y mi hija no toma leche normal. Así que tuve que caminar 20 minutos hasta el Oxxo más cercano.
 
Cuando estaba en la fila del Oxxo, esperando mi turno para pagar, llamé a mi esposa para avisarle que iba a tardar un rato en regresar, me dijo que estaba bien, que todo estaba tranquilo por allá.
 
El camino de regreso lo sentí un poco más pesado, pues era de subida. Cuando pasé por la casa de la doña que vende jugos y pan la saludé, pero no me hizo caso, estaba mirando fijamente hacia un lugar, giré en esa dirección.

Era un pasillo entre dos casas, ahí había una muchachita, idéntica a como me habían contado que eran las que habían llegado de Tlaxcala hace años, estaba ahí, como escondiéndose, viendo hacia la casa que tenía afuera la misteriosa fogata. Me quedé helado.
 
De pronto, en un parpadeo, ya no estaba. No corrió, no voló, simple y sencillamente desapareció sin previo aviso, como si el viento se la hubiera llevado.
 
Seguí mi camino y llegué a mi casa. Entonces me hice una pregunta que no entiendo por qué no me había planteado antes, ¿por qué nadie había desmontado aquella siniestra fogata?, le expresé mi inquietud a mi esposa, y me respondió con otra pregunta: ¿acaso tú te atreverías a desmontarla?, me quedé en silencio.
 
Esa noche, como a la una de la mañana, volvieron a salir del suelo las luces parpadeantes, pero los perros ya no ladraron, supongo que tenían miedo de sufrir el mismo destino que los perros del vecino de enfrente.
 
Al día siguiente volvió a ir aquel viejito con la carreta de cebollas, quise comprar algunas, pero el matrimonio de la casa donde se habían aparecido los tecolotes compraron toda la carreta, ningún vecino alegó, todos sabían que esa familia necesitaba de toda la protección que pudiera conseguir.
 
Por la tarde vino la mamá del niño de la cicatriz, nos trajo agua de frutas y también preguntó cómo estaba nuestra hija, le dijimos que estaba bien, no estaba resintiendo nada de lo que estaba pasando, por suerte.
 
Mi esposa la invitó a quedarse a comer y ella aceptó. Había cocinado espagueti verde y crema de champiñones. Acompañamos los alimentos con unos bolillos. De postre había gelatina.
 
Mientras comíamos aproveché para preguntarle a la señora por qué la familia que había comprado todas las cebollas no se iba a otro lado, lejos, la doña dijo que cuando te eligen no hay lugar alguno en el que te puedas esconder, intentar huir solo las haría enojar.
 
Cuando dijo eso sentí un nudo en la garganta. Todo parecía indicar que estábamos condenados a vivir con el miedo de que en cualquier momento vendrían a buscar a nuestra hija.
 
Terminamos la comida y la doña se retiró a su casa, no nos habíamos dado cuenta pero se había nublado, amenazaba con llover. Decidí poner una silla ahí en la puerta para tenerla abierta y que entrara el fresco, entonces pasó un niño corriendo y gritó: ahí vienen volando los tecolotes.
 
Yo salí para asomarme y cuando vi hacia la cima del cerro pude notar que una parvada de tecolotes venía bajando. Inmediatamente cerré toda la casa y apagué todas las luces.
 
Me metí al cuarto junto con mi esposa. A los pocos minutos comenzó un fuerte viento, la lluvia se soltó, se podían escuchar los truenos.

Entonces todo el cuarto se oscureció por completo, algo estaba tapando la ventana, era la masiva parvada de tecolotes que estaba volando bajo, podíamos escuchar cómo aleteaban, inclusive alguna golpeó la ventana con sus alas, fueron minutos espantosos, yo abrazaba con fuerza a mi mujer y a mi hija pues en verdad pensé que en cualquier momento esas cosas iban a entrar.
 
Por fortuna no ocurrió, los tecolotes se fueron, pasaron de largo, pero los truenos y la lluvia persistieron hasta la media noche. Todo el ambiente se sentía tétrico, tenebroso, además comenzó a enfriar el ambiente, aquello parecía una horrible y espantosa pesadilla.
 
Mi mujer finalmente se quedó dormida a la una de la mañana, ya no estaba tronando, pero aún seguía lloviendo. Recuerdo haber escuchado un sonido que jamás había oído, parecía venir desde debajo de la tierra, bastante profundo, era como un crujido, como si algo se estuviera moviendo, supuse que debía estar relacionado con el Popocatépetl o con el Iztaccihuatl.
 
De pronto comencé a escuchar un grito que se estaba acercando, me asomé por la ventana y vi pasar otra vez una bola de fuego, me quedé perplejo. Estaba lloviendo, y a la bola de fuego parecía no afectarle. Se alejó rápidamente y el grito también se alejó, me quedó claro que la bola de fuego era quien emitía ese grito tan feo.
 
Temprano por la mañana alguien tocó la puerta con fuerza, corrí a abrir, era el vecino que había bajado a comprar las tijeras, me preguntó si podía ir con él y llevar el medicamento para la urticaria, me apresuré a tomar el medicamento, le dije a mi esposa que en breve regresaba y fui con el vecino.
 
Me llevó a la casa de la fogata, estaba encendida, ardía con fuerza y estaba emitiendo un olor peculiar, no pude prestarle mucha atención pues entré a la casa. La mujer de la casa tenía cargando a su bebé, la criatura estaba llorando con desesperación, tenía moretones en la espalda, en el pecho, también en el cuello, y la urticaria literalmente le cubría todo el cuerpo.
 
El señor de la casa tomó el medicamento mientras temblaba, estaba claramente asustado, me agradeció y se llevaron al bebé a un cuarto para intentar curarlo.
 
Sabía que no podía preguntar mucho, así que solo susurré: las bolas de fuego. El vecino que me había llevado a esa casa solo afirmó con la cabeza, no dijo ni una palabra.
 
Salí de la casa, ahora sí decidí ponerle atención al olor que emanaba la fogata, pude distinguir copal, también agave, había un olor más, pero por más que me esforcé no pude descifrarlo.

Las Brujas De Ixtapaluca

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Volví a la casa, mi mujer seguía acostada. Para este punto yo ya estaba aterrado con la situación. Hice algunas llamadas, y tomé la decisión de largarnos al día siguiente. Definitivamente no me iba a quedar ahí arriesgando a mi familia, había llegado la hora de irnos.
 
Por desgracia al día siguiente, 18 de abril del 2014, en Viernes Santo, se produjo un fuerte temblor en la Ciudad de México, nos fue imposible irnos.
 
Mi colonia no sufrió daños considerables, además no había grandes edificios cerca en aquel entonces, el problema era que abajo, en el centro había un caos, no había forma de salir.
 
Todos los vecinos estábamos alerta, esperando alguna réplica, también estábamos al pendiente de los volcanes, uno nunca sabe lo que puede ocurrir con esas cosas.
 
Estábamos tan pendientes de eso que nos habíamos olvidado de las oscuras y extrañas cosas que estaban ocurriendo en la colonia.
 
Finalmente nos tranquilizamos y volvimos cada uno a nuestras casas. A lo largo del día hubo algunos movimientos leves, pero nada de qué preocuparse.
 
Al caer la noche las cosas extrañas volvieron a ocurrir. No sé si fue por el temblor o si la extraña fogata tuvo algo que ver, pero una niebla comenzó a cubrir todo el suelo de la colonia. Yo me di cuenta cuando ese humo comenzó a meterse por debajo de las puertas, inmediatamente cubrí con playeras y trapos para que el humo ya no siguiera entrando.
 
Al momento de cubrir las puertas no pude evitar respirar un poco de aquel humo, inmediatamente me comencé a sentir mal, como si estuviera crudo, rápidamente fui por dos ibuprofenos y tomé mucha agua. Me tuve que sentar, y en 15 minutos ya me sentía mejor.
 
Me asomé por la ventana, el humo estaba por todas partes, pero solo estaba a nivel del suelo, no subía.
 
Se escuchó un fuerte golpe, una ventana había reventado, luego un bebé comenzó a llorar con mucho sentimiento, su llanto era desgarrador, claramente estaba suplicando porque alguien fuera a ayudarlo.
 
Estuve a punto de abrir la puerta para ir, pero en eso mi mujer salió del cuarto y me dijo que no lo hiciera.
 
Mi pequeña hija ya no pudo más con todo lo que estaba sucediendo y también rompió en llanto. Mi mujer hizo todo lo posible por silenciarla, pero no dejaba de llorar, estaba muy asustada.
 
De un momento a otro los llantos del bebé se fueron apagando hasta que dejó de llorar. Hubo un silencio sepulcral.
 
Por la ventana pude ver que pasó una bola de fuego a toda velocidad rumbo a la punta del cerro, se iba carcajeando.
 
Yo estaba muy nervioso, estaba temblando, mi hija no dejaba de llorar y mi esposa estaba histérica.
 
De pronto se votaron los switches y se fue la luz en mi casa. Mi hija respiró profundo y dejó de llorar. Mi mujer me tomó con fuerza del brazo.
 
Algo golpeó con fuerza la puerta que daba al patio, estaban intentando abrirla, la rasguñaban, inclusive la estaban mordiendo, la puerta no se abrió.
 
Entonces la ventana del baño se quebró, escuchamos que algo cayó, algo pesado.
 
Desde donde estábamos podíamos ver hacia el baño, pues la puerta estaba abierta. Claro que solo se veían ligeras sombras debido a que la única luz que teníamos era la tenue iluminación de la luna.
 
Nos dimos cuenta que la cortina de la regadera se deslizó lentamente. Escuchamos pasos. Vimos una figura extraña, deforme, grotesca. Solo estaba ahí. Dio un par de pasos, algo hizo, pero no veíamos bien debido a la oscuridad. Entonces escuchamos que comenzó a olfatear algo.
 
De pronto se escucharon varios gritos, provenían de diferentes lugares, de dos casas.
 
Entonces la cosa esa se transformó en una bola de fuego y salió de mi casa.
 
Nosotros estábamos completamente en shock, mi mujer seguía sujetándome con fuerza, el corazón de mi hija latía con fuerza, podía escucharlo.
 
Pude reaccionar, corrí a levantar los switches y la casa volvió a iluminarse.
 
Fui al baño para revisar qué era lo que esa cosa había olfateado, encontré una playerita de mi hija con una mano de sangre marcada, esa maldita y asquerosa cosa estaba oliendo la ropa sucia de mi pequeña hija.
 
Ni mi esposa ni yo pudimos dormir esa noche.
 
Por la mañana, la enigmática fogata ya no estaba. Dos familias se habían ido de la colonia, pues se habían quedado sin sus bebés. Unos padres pudieron ver como una bola de fuego se llevaba a su hijo.

Los otros, los que habían tenido la fogata frente a su casa, encontraron a su pequeño muerto sobre un maguey, tenía la mollera sumida, y todo su cuerpo perforado por las espinas del maguey.
 
Nunca he sabido exactamente qué demonios es lo que ocurre en la colonia donde vivo.
 
Esas cosas nunca volvieron a entrar a mi casa así que no me mudé, además, me dijeron que si intentaba huir sería peor, las haría enojar.
 
Al día de hoy, se ven las luces parpadeantes, de vez en cuando se ven las bolas de fuego, y por desgracia, siguen desapareciendo niños pequeños en esta colonia de Ixtapaluca.
 
Autor: Ramiro Contreras
Derechos Reservados

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