Risas Bajo La Escalera Historia de Terror

Risas Bajo La Escalera Historia de Terror

Hace tiempo, cuando aún era estudiante universitaria, me mudé a una casa que ofrecía habitaciones para señoritas a bajo costo Risas Bajo La Escalera Historia de Terror. En un principio no tuve dudas de rentar la habitación, pues la arrendataria, era una persona muy agradable, de esas personas que de cierta manera te despiertan confianza desde un principio, aparte, varias de mis compañeras vivían allí también. Además, la casa hermosa, muy elegante, espaciosa y aparte, la dueña me mencionó que podía hacer uso de cualquier lugar de la casa, siempre y cuando no violara la privacidad de las demás inquilinas.

Yo me sentía como en una casa de muñecas, de hecho, la decoración daba esa impresión, todo estaba muy adornado, lleno de listones y holanes, en colores claros.

Otra cosa que me gustó de la casa, era la alta seguridad que manejaba, para ingresar era necesario atravesar tres puertas, la primera era parte de un enrejado, que daba a un jardín que rodeaba toda la casa, este enrejado estaba electrificado en la parte superior, por lo que sería muy difícil que alguien lograra ingresar brincando. La segunda puerta, daba a un pasillo, que daba a otra puerta, para ingresar en esta última, aparte, cada habitación tenía su llave.
La habitación que se me asigno se localizaba frente a unas hermosas escaleras de madera. En la planta alta, existían más cuartos, que según me contaron, rara vez se ocupaban, pero una de mis amigas, ocupaba el primer departamento subiendo las escaleras.
Desde la primera noche que pasé en ese lugar, comencé a ver ciertos seres extraños, que de no ser porque al final varias de mis compañeras los vieron, dudaría de que existieran en verdad. Recuerdo la primera cosa rara que me pasó, salí al baño, como a eso de las dos de la mañana, para llegar al baño, se tiene que atravesar un angosto pasillo donde se encuentran frente a frente algunas habitaciones utilizadas para guardar ropa de cama y demás cosas. Yo empecé sentir como si alguien me estuviera siguiendo. Al principio, creí que eran mis nervios, pero les juro, que incluso sentí una respiración en mi oído. Esto me dio tanto miedo, que no deseaba mirar hacia atrás, preferí correr hasta el baño, y sin girar la cabeza, cerré la puerta a mis espaldas. Les juro que me quedé un rato frente a la puerta, sin querer salir, era estúpido pues ni siquiera había visto nada, pero esa sensación de miedo me recorría todo el cuerpo.
Cuando logre agarrar valor para salir del baño, lo hice cerrando los ojos, sin embargo, no logre avanzar ni dos metros cuando empecé a chocar contra los muros. Me sentí tonta, y abrí los ojos. No lo hubiera mejor.
Vi al final del pasillo, a un hombre con una enorme joroba. Avanzaba de manera muy lenta, yo me quedé pasmada del miedo. Decidí quedarme quieta, pues el extraño sujeto avanzaba en dirección opuesta a la mía, parecía que iba rumbo a las escaleras. Una vez que me pude mover, caminé lentamente en cuclillas, hasta llegar a mi habitación, y aunque no quería mirar en dirección al jorobado, no pude evitarlo.
Una lámpara con sensor de movimiento en la escalera se encendió, bañando en luz a aquel ser, que, aunque no quisiera recordar, era repulsivo, no sabría cómo explicarlo, toda su piel estaba colgada. Ver aquel ser ocasionó que me dieran unas ganas de vomitar intensas, que no logre contener y termine manchando la alfombra frente a mi habitación. El repugnante ser, al percatarse de mi presencia desapareció de forma repentina.
Limpié la alfombra con lo primero que encontré, y en la mañana a primera hora, pedí a la casera algún cepillo y jabón para limpiar, sin embargo, ella amablemente me dijo que la señora del aseo se encargaría, que no tuviera cuidado.
En la universidad, cuando tuve oportunidad le pregunté a mis compañeras, que llevaban ya más tiempo viviendo en esa casa, si no les había ocurrido algo extraño, desafortunadamente todas ellas me dijeron que no, pero que por lo regular no solían salir en la noche al baño, porque les daba miedo. Yo quise contarles lo que vi, sin embargo, por miedo a que no me creyeran, decidí callar.
Tres de las chicas, eran las que vivían también esa casa. Dos de ellas eran muy cercanas a mí, y otra, era un poco extraña, aunque también amable, muy reservada en cuanto asuntos de su vida y desde la primera semana, noté que siempre se encerraba en su habitación y casi nunca salía, ni siquiera cuando compramos pizza o tomábamos vodka en el jardín. Siempre andaba vestida de negro, y traía audífonos.
Pasaron quince días más, para que volviera a presenciar algo extraño.
Fue una noche, en que nos reunimos a ver una película de terror en la laptop de mi amiga que se hospedaba en la habitación de arriba. La otra chica, se quedaba en una habitación, casi frente a la mía, ella estaba con el ánimo decaído, pues su novio le había cortado. Desafortunadamente, no logramos hacer sentir mejor a mi amiga, quien antes de que terminara la película, nos pidió que la quitáramos, pues se quería ir a acostar.
Bajamos juntas las escaleras, faltado solo unos escalones, para llegar abajo, sentí como si una mano me agarrara el pie, no pude evitar gritar, lo mismo que mi amiga. Miré al piso, y con horror vi como una mano de color pálida me tomaba el pie con fuerza, mi amiga también vio la mano, y en lugar de ayudarme corrió a su habitación aterrada.
Yo estaba inmóvil, lloraba y temblaba del miedo, afortunadamente mis gritos hicieron que todas las chicas y la casera, salieran de sus habitaciones para ver que ocurría.
Cuando volví a mirar en dirección a mi pie, noté que la mano se había esfumado, sin embargo, había dejado una horrible mancha negra en mi piel.
Le expliqué a todo el mundo lo que me acababa de ocurrir, también intenté llamar a mi cobarde amiga, pero se negó a salir. La casera, me preparó un té para los nervios, después me enseñó que los escalones estaban sellados, y debajo de ella, solo estaban las habitaciones donde guardaban las sábanas y demás cosas. Incluso me dejó ver dentro de ellas, para que viera que allí dentro no estaba nadie.
Cuando logré tranquilizarme, me fui a mi cuarto y no salí hasta el día siguiente.
Platiqué con mi amiga, que también vio la mano. Ella me ofreció una disculpa, dijo que no lograba entender lo que pasó, que no pudo evitar actuar de esa manera. Le conté mi encuentro con el jorobado, y ella me confesó, que, aunque no lo admitiera la primera vez, que le pregunte, acerca de que, si no habían visto algo extraño, la realidad era que, si vio muchas cosas, incluso al jorobado del que le hablé. Según ella, las cosas raras comenzaron a ocurrir en la casa, cuando la chica que siempre viste negro llegó.
Empezamos a pensar mal de aquella chica, su comportamiento era extraño, además siempre que no estaba estudiando, se le veía leyendo libros con extrañas portadas. Pensábamos que la razón por la que siempre estaba encerrada, era porque realizaba brujería o algo así.
Decidimos meternos en su habitación, sin que ella se diera cuenta. No sé cómo, pero mi amiga consiguió una copia de su llave, y durante una clase que no compartíamos, nos fuimos a la casa y aprovechando que no estaba la casera, entramos.
A simple vista no vimos nada fuera de lugar, pero después de echar un vistazo bajo su cama, encontramos varias cosas extrañas, como amuletos, cuarzos y un símbolo pintado sobre papel de cascarón de huevo.
Nos encontrábamos revisando esas cosas, cuando la puerta se abrió. Era la chica, quien al vernos se enojó muchísimo, nos dijo que nos reportaría para que nos corrieran de la casa, como respuesta, mi amiga comenzó a acusarla de bruja, señalando en dirección a los objetos que estaban bajo la cama, esto logró enfurecer más a la chica, dijo que esos eran símbolos de protección, que éramos unas estúpidas si pensábamos que ella era la causante del mal en ese hogar y que si alguien era culpable, era la patética depresiva de mi amiga, pues según ella, esto era un imán para los seres de bajo astral.
Me sentí, avergonzada, no quise mirar a la chica.
Sé que no nos reportó, pues en los días siguientes no pasó nada, ni siquiera una llamada de atención de la casera, desafortunadamente la chica se mudó de la casa, sin avisarnos. Con la ausencia de esta chica, nuestros días en aquella casa estuvieron contados.
Un viernes, llegamos tarde de una fiesta. Habíamos bebido más de la cuenta, así que nos tiramos en los sillones, de la sala de estar. Escuchamos risas desde la escalera, era una risa extraña, como fingida, así como los payasos de la televisión. No pudimos evitar voltear a mirar hacia el lugar de donde provenía la risa.
Era el mismo jorobado al que vi la primera noche, estaba sobre la escalera, su rostro mantenía una horrible mueca, era demasiado horrible para lograr describirlo.
Las chicas y yo comenzamos a rezar, pero el ente no desaparecía, solo se mantenía allí parado, inmóvil, burlándose de nosotras. Yo cerré mis ojos y comencé a gritar que no era real.
La casera salió de su habitación y el jorobado, desapareció, pero su risa seguía en mi cabeza.

Sin dar muchas explicaciones, las chicas y yo nos mudamos a primera hora.

No sé, que habrá sido aquella aterradora aparición, realmente no es algo que me interese averiguar. De una cosa estoy segura, ese ser estaba atado a la casa, a la cual no deseo volver.
 
Autor: Mauricio Farfán
Derechos Reservados

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