Un Pueblo Olvidado Historia de Terror

Un Pueblo Olvidado Historia de Terror

Mi nombre es Juan Luis Martínez, soy estudiante de una universidad de Veracruz Un Pueblo Olvidado Historia de Terror. Perdí a mis padres a muy corta edad así que me críe con mis abuelos: José y María. Llegaron a más de setenta años con muy buena salud, hasta hace cinco días cuando mi abuela enfermó de gravedad, después de Navidad.
Prácticamente, no tengo ningún recuerdo de cómo era mi vida antes de vivir con mis abuelos aquí en el poblado de Tres Valles, Veracruz. Mi memoria más remota es de mi fiesta de nueve años y para ese entonces ya tenía un año aquí.
Mis abuelos, al igual que mis padres, nacieron en Oaxaca, pero hace años el gobierno sacó a todos los pobladores de la zona bajo la excusa de que se iba a construir una gran presa, es por eso que vivo en Tres Valles y no en Oaxaca.
Cada navidad mis tíos vienen para la gran cena. Matamos algunos patos para servirlos con caldillo de chile seco, preparamos tortilla de yuca, se compran refrescos y nos sentamos a cenar mientras contamos algunas historias de años anteriores. Tengo un tío que le gusta mucho el alcohol y cuando ya sobrepasó su límite nos cuenta una historia, siempre la misma historia.
La historia de un pueblo que se esconde de Dios. Cuando tienes diez años y escuchas una historia como esa quizá te asustes o quizá no, tal vez creas que sea verdad o mentira, eso depende, pero cuando tienes veinte y sigues escuchando la misma historia comienzas a hacer preguntas.
¿Cómo se llama el pueblo?, ¿dónde se encuentra?, ¿por qué se esconde?
Mi tío, luego de años de insistencia, respondió. Dijo que nadie sabe el nombre porque es el hogar de una secta que adora al Diablo y todo aquel que entra ya no sale. Dijo que si vas a la ciudad más cercana encontrarás ese poblado a medio camino. Eso es como a tres horas caminando.
Yo quería seguir haciendo más preguntas, pero entonces mi abuelo, que había permanecido en silencio durante toda la cena, nos interrumpió diciendo que no deberíamos hablar de ese lugar olvidado por Dios, y me dejó muy en claro que no debía buscarlo.
Ya avanzada la noche los adultos comenzaron a caer uno a uno, ya sea por sueño o por efectos del alcohol, pero mis primos y yo seguíamos como si nada. El mayor de mis primos es hijo del tío que habla del pueblo fantasma así que le pregunté si sabía alguna cosa más que su papá le hubiera contado.
Me dijo que él había ido varias veces a buscar el pueblo pero que en la supuesta ubicación solo hay maleza. También me dijo que tenía cierta información que tenía que ver con mis padres pero que era muy fuerte y me preguntó si estaba seguro de querer saber. Dudé por un segundo, pero tanta era mi curiosidad que le dije que sí.
Me contó que una noche mi abuelo le pidió a mi tío y a mis padres que lo acompañaran a ese pueblo, según dijo que había tenido problemas con alguien y que lo habían citado ahí para “arreglarse”, no sin antes advertirle que si no iba tendría serios problemas.
Los tres fueron y en la entrada encontraron a mi abuelo, mi tío le contó que el ambiente era tan tétrico que el mejor optó por regresar a casa. No pudo dormir en toda la noche. Al día siguiente se enteró de que mis padres habían muerto. Encontraron su coche volcado y quemado, estaba su ropa, pero no estaban sus cuerpos.
Yo quedé totalmente descolocado. Mis abuelos me habían dicho que habían muerto en un accidente de auto, pero que no había tumba porque sus cuerpos habían quedado muy mal, que por eso los habían cremado.
Mi primo me hizo prometerle que yo no diría nada para evitar meterlo en problemas. El resto de la noche intenté olvidar el asunto, pero, ¿cómo hacerlo?, el último día que mis padres estuvieron con vida fueron a ese misterioso pueblo fantasma.
Al día siguiente, ya que todos se habían ido mi abuela comenzó a sentirse muy mal, tanto que mi abuelo tuvo que llamar al hospital de la ciudad más cercana para que enviaran una ambulancia. Llegaron en menos de una hora y se llevaron a mi abuela, mi abuelo se fue en la ambulancia para acompañar a su mujer.
Así que me quedé solo en casa. Como estamos en temporada de vacaciones, los primeros dos días estuve viendo películas, al tercer día decidí invitar un par de amigas. Siempre manteniendo la comunicación con mi abuelo. Al cuarto día decidí buscar en internet algo sobre ese pueblo, cualquier cosa, pero no encontré nada.
Dejé eso de lado y llamé a mi abuelo para preguntar cómo iba todo, pero no obtuve respuesta, insistí varias veces sin éxito así que me decidí a caminar hasta el hospital, no vaya a ser que algo malo esté pasando.
Luego de caminar por tres horas llegué a donde se supone que estaba ese pueblo y tal como me esperaba no había pueblo alguno. Lo único que encontré fue una mujer mayor, parada ahí sin más.
Lo primero que pensé es que la señora sufría de Alzheimer o algo así que me acerqué para ver si necesitaba ayuda. La mujer me dijo que ella estaba esperando el anochecer para regresar a su casa. Eso se me hizo muy extraño así que le pregunté el porqué, a lo que me respondió que tenía que esperar porque ahí donde estaba parada era su casa pero que solo podía entrar de noche.
No supe por qué, pero sentí un fuerte escalofrío cuando dijo eso. ¿Acaso la mujer vivía en ese pueblo fantasma?, ¿acaso ella era el espíritu de una mujer muerta?
Tenía prisa por saber que estaba pasando con mi abuela así que decidí seguir mi camino. Finalmente llegué al hospital. En recepción pregunté por la habitación de mi abuela. En efecto, mi abuela estaba ahí, pero estaba sola.
Le pregunté por mi abuelo y me dijo que se había ido a buscar ayuda. ¿Acaso fue por un doctor o por una enfermera? Pero no, mi abuela dijo que la enfermedad que ella tenía no podía ser curada por la medicina tradicional, que necesitaba algo más, y que ese algo solo podía encontrarlo en aquel pueblo fantasma.
Yo no podía creer lo que estaba escuchando, era tan absurdo que de no ser porque era mi abuela quien me lo estaba diciendo no lo hubiera creído, ¿cómo dudar de la mujer que me ha criado como su hijo?

Estuve ahí con ella un rato más, ya no le hice más preguntas. La vi muy cansada como para interrogarla.

Se pasó el tiempo y llegó el atardecer. ¿Debía ir a buscar a mi abuelo? ¿Y si lo que la mujer me dijo era verdad? ¿Si el pueblo podía verse de noche debería ir a comprobarlo? Me decidí, si comenzaba a caminar llegaría al lugar justo al anochecer.
Cuando llegué casi me voy para atrás, ahí estaba el pueblo. Sombrío y desolado, iluminado únicamente por lo que supuse que eran velas en el interior de las casas de madera. Dudé mucho antes de comenzar a adentrarme en el lugar, pero lo hice. Lo primero con lo que me topé fue una casa de dos pisos, la puerta estaba abierta. Quizá por instinto, o por imprudente, entré a la casa. Caminé por el pasillo principal que me llevó hasta el comedor. Había una vieja mesa y en la esquina una chimenea. Cerca de la chimenea estaba una mecedora donde estaba sentada la vieja.

Le pregunté qué ocurría en el pueblo y me dijo lo mismo que mi tío siempre había contado, ahí se adoraba al Diablo. Sentí unas profundas ganas de salir corriendo sin mirar atrás.

La anciana se dio cuenta y me dijo que no podía irme sin comprobar lo que ella me estaba diciendo, que si lo hacía la duda me haría volver de nuevo y quizá la próxima vez no tendría la suerte de encontrarme con ella.
Salí de la casa con prisa, pero sin correr. Busqué la iglesia con la mirada deseando que no hubiera ninguna, pero ahí estaba al fondo. ¿Iba a quedarme con la duda? Por supuesto que no, si este pueblo había sido el lugar donde murieron mis padres tenía que saberlo todo.
Me aseguré que la anciana no me siguiera y que nadie más me estuviera viendo y comencé a caminar hacia la iglesia.
Cuando pasé junto a un pozo de agua puedo jurar que escuché voces desde el interior, no estoy seguro de cuáles eran las palabras exactas, pero por Dios santo que hablaron dentro del pozo.
Sentía mucho miedo, mi corazón latía a mil por hora, pero ya estaba a medio camino, no me podía detener. ¿O sí? Quise volver a retractarme cuando al pasar junto a un establo vi que todos los animales estaban decapitados.
La adrenalina me sobrepasaba, pero aun así conseguí llegar hasta las puertas de esa vieja iglesia de color negro. Podía escuchar gente dentro, ya que no vi a nadie en el pueblo, además de la vieja, supuse que todos los demás deberían estar dentro, las cosas no pintaban nada bien.
No me atreví a entrar. Caminé alrededor del edificio buscando una ventana o algo. En la parte atrás encontré una tabla rota, el orificio me permitía ver, aunque no mucho.
Yo tenía la vista trasera al altar, así que podía ver el rostro de todos menos de quién oficiaba la ceremonia. Todo el interior de la iglesia era de color negro, la iluminación provenía de grandes candelabros. Las personas, todas, por alguna razón estaban completamente desnudos. En determinado momento comenzaron a cantar. Lo hacían con tanta vehemencia que parecía contagioso.

Entonces una mujer subió al altar y se recostó, la persona que oficiaba la misa tomó una daga y rodeó el altar dando la espalda a los presentes, entonces pude ver que se trataba de mi abuelo.

Inmediatamente, dejé de mirar y me volteé listo para correr. Fue entonces que me di cuenta de que detrás de la iglesia había un inmenso cementerio.
Caí sentado de la impresión. La anciana llegó de nuevo. Me dijo que todas esas tumbas eran de personas que habían sido sacrificadas en el altar en nombre del Diablo. Eran miles de tumbas, eso quería decir que los sacrificios debieron haber estado ocurriendo desde hace muchos años.

Me dijo que los sacrificios se hacían para alargar la vida de quién la ofrece o de la persona que esa persona ama.

Muchas interrogantes cruzaron mi mente. ¿Mi abuelo estaba matando a esa mujer para que mi abuela siguiera viviendo? ¿Mi abuelo había llevado a mis padres a ese pueblo para ofrecerlos al Diablo a cambio de vivir más años? No pude más con la situación y me desmayé.
Hoy, cuando desperté ya estaba en mi casa, mis abuelos habían vuelto, ella estaba como nueva, de maravilla, como si aún le quedaran muchos años por vivir.

No puedo seguir viviendo con ellos después de todo lo que descubrí así que me iré lejos, no sin antes pasar de nuevo a ese pueblo.

 
Autor: Ramiro Contreras
Derechos Reservados

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