La Mujer Del Río Historia de Terror

La Mujer Del Río Historia de Terror

Nací en Sonora, pero actualmente vivo en Chiapas. Crecí en una familia tradicional mexicana, ya sabes, ir a misa los domingos, hacer una carnita el fin de semana, ese tipo de cosas La Mujer Del Río Historia de Terror.
Mi madre era maravillosa, una mujer muy sabia, era mi mejor amiga. También tenía un hermano menor, la verdad es que nunca me llevé muy bien con él, éramos realmente diferentes, pero aun así era mi hermano.
Allá por el 2015 estuve internado en el psiquiátrico, lo que pasó fue que una mujer entró a la casa, apuñaló a mi madre y se llevó a mi hermano menor. Yo vi todo y eso me provocó un brote psicótico.
Mi padre me internó en la Ciudad de México, estuve ahí unos años. Podría contar algunas historias interesantes sobre ese psiquiátrico, pero eso será en otra ocasión.
Cuando fui dado de alta del psiquiátrico mi padre decidió que debíamos cambiar todo nuestro entorno así que nos mudamos al Estado de Aguascalientes. Cerca de Villa de la Asunción.
Mi padre escogió este sitio porque parecía bastante tranquilo y yo necesitaba un ambiente libre de situaciones estresantes, pues sufro de ataques de pánico y de ansiedad, esto debido a mi brote psicótico, y a mi estancia en el psiquiátrico.
Los primeros 20 días estuve en la nueva casa que mi padre había comprado tras vender la casa de Sonora.
No salía ni al patio. Me la pasaba acostado todo el día pues me estaba acostumbrando a mi nueva medicación. Debía tomar paroxetina, fluoxetina, y haloperidol.
Solo salía de mi cuarto cuando mi padre llegaba del trabajo, veíamos una película mientras preparábamos la cena. Y durante la cena veíamos otra película. Todas piratas, claro.
Durante esos primeros 20 días vimos algunas películas de Marvel y de DC, Rápidos y Furiosos, y también las de Transformers.
Finalmente, el día 21 me animé a salir de la casa, solo al patio, a tomar aire fresco, a escuchar las aves y a ver las nubes.
Para mi desgracia, uno de los vecinos tenía un perro, y por alguna razón empezó a ladrar, eso me alteró así que volví rápidamente a la seguridad de la casa.
Cuando mi padre llegó del trabajo, mientras preparábamos unas tostadas y veíamos El Día Después de Mañana, durante la escena donde aparece el vagabundo con su perro, le dije a mi padre que me había animado a salir, pero que el repentino ladrido de un perro me había hecho volver adentro.
Mi padre me felicitó y dijo que debería volver a intentarlo al día siguiente.
Así lo hice, por suerte, él esa ocasión el perro del vecino no ladró. Estuve pasando ratos en el patio, inclusive ya podía tolerar el ladrido de aquel perro, claro que me seguía alterando, pero cada vez menos.
Un domingo, que era el día de descanso de mi padre, me preguntó si quería acompañarlo al centro a comprar más películas, no me sentía preparado y se lo hice saber, entonces dijo que de camino al centro estaba una pequeña librería y que ahí podía esperar en lo que él iba por las películas, me aseguró que en el trayecto no habría perros ni nada que pudiera alterarme. Entonces acepté.
En efecto, caminar estuvo bien, tranquilo, sin demasiados ruidos, me agradó andar por las calles luego de tanto tiempo.
Llegamos a la librería y me quedé ahí en lo que mi padre iba al centro.
Mientras fisgoneaba me encontré con un delgado libro cuyo título llamó mi atención: Leyendas de Aguascalientes.
Lo compré y le di una hojeada ahí mismo. Venían muchas historias, entre ellas la del Charro de Triana, La Momia del Túnel, y la Mujer Poseída, pero sin duda alguna la historia que más llamó mi atención fue la de La Llorona, pues siempre me ha atraído ese mito.
Esa leyenda narra la trágica historia de una joven y bella mujer que perdió a sus dos hijos mientras lavaba vasijas y ropa en el río.
La muchacha estaba tan concentrada en lo que estaba haciendo que se olvidó por completo que sus pequeños estaban jugando peligrosamente cerca de la orilla de aquel engañoso y traicionero río.
Cuando terminó de lavar llamó a sus hijos, pero no obtuvo respuesta, volvió a gritarles, pero nadie vino. Se levantó asustada y corrió en su búsqueda. Los encontró flotando sin vida.
Era bastante trágico sin duda alguna, de cierta manera me perturbó un poco.
A los pocos minutos regresó mi padre y camino de vuelta a casa, en el trayecto le conté sobre la Leyenda de la Llorona.
Cuando llegamos a la casa para preparar la comida, en lugar de ver las películas que mi padre había comprado, pasamos toda la tarda hablando de La Llorona, de todas las historias de origen que tiene y cosas así.
Mi padre y yo llegamos a la conclusión que la historia que venía en el libro que yo había contado era la más humana por así decirlo, ya que en otras historias ella mata a sus hijos.
Lo que pasó esa noche, cuando intentaba dormirme, quizá fue el producto de haberme metido tanto en el tema de La Llorona, quizá fue sugestión, quizá tomé alguna pastilla de más o de menos, no lo sé, pero yo lo sentí demasiado real.
Mi padre se acababa de ir a acostar y yo me quedé levantando los platos de la mesa, de pronto escuché risas, risas de niños pequeños, no adentro de la casa, sino por la calle, eso llamó mi atención pues ya iban a ser las doce de la noche, además desde que nos habíamos mudado a la casa no había escuchado a ningunos niños cerca de la casa.
Las risas duraron pocos segundos así que yo seguí con lo mío, pero lo que escuché después ya no pude ignorarlo. Era un carruaje, con varios caballos, los animales sonaban desesperados y furiosos al mismo tiempo.
Decidí caminar hacia la sala para asomarme por la ventana, vi a una mujer caminando por la calle, estaba descalza, llevaba el cabello suelto y un vestido blanco con algunas pequeñas manchas de lo que parecía ser sangre.
Inmediatamente, recordé a la mujer que se había llevado a mi hermana, estoy consciente que no era ella, pero es que de perfil se parecían un poco, comencé a alterarme, sabía que en cualquier momento me iba a dar un ataque, entonces la mujer gritó con un sentimiento que me hizo estremecer, esa fue lo único que hizo falta para que yo perdiera el control.
Al día siguiente desperté en mi cuarto, cambiado de ropa, no recordaba cómo había llegado a mi cama y mucho menos recordaba haberme cambiado.
Mi padre estaba en la casa, no había ido a trabajar, pues estaba preocupado por mí, por el ataque que me había dado.
Me preguntó si recordaba algo y le conté sobre los niños, el carruaje y la mujer, él levantó una ceja, lo único que mi padre había escuchado durante la noche fue a mí. Me encontró arrinconado cerca del baño, repitiendo una frase una y otra vez: se va a llevar a alguien, La Llorona se va a llevar a alguien.
Mi padre me dijo que se había deshecho del libro y yo le dije que estaba bien.
Ese día no salí ni al patio, tampoco al día siguiente.
A los dos días, mientras mi padre estaba trabajando, alguien llamó a la puerta, me asomé por la ventana y vi que se trataba de una viejita.
Le abrí. Me mostró la fotografía de una niña pequeña, me dijo que se trataba de su nieta, mencionó que había desaparecido, le dije que no la había visto, pero que estaría al pendiente y le avisaría cualquier cosa.
Sí, esa niña había desaparecido la misma noche que yo había visto a La Llorona.
En cuanto mi padre volvió a casa le platiqué sobre la niña desaparecida, también le di a entender que yo pensaba que se trataba de La Llorona.
Una semana después encontraron el cuerpo de la niña flotando en el río de los pirules, eso me alteró, no al punto de causarme otra crisis, pero si me puso mal.
Esa noche tuve pesadillas, por más que intentaba no podía dormir, entonces fui a sacar de mi escondite unas pastillas que me había robado del psiquiátrico, era zolpidem, si eso no me hacía dormir nada lo haría.
Me tomé dos y me fui a acostar, ni siquiera recuerdo haberme quedado dormido, pero de pronto me desperté pues escuché de nuevo el carruaje, inmediatamente me puse a temblar, sabía que en cualquier momento me iba a dar una crisis, corrí por mi medicamento y me pasé las tres pastillas al mismo tiempo. Dejé de temblar.
Aún podía escuchar el relinchar de los caballos, pensé en despertar a mi padre, pero no lo hice, corrí directo a la sala para asomarme por la ventana.
Ahora sí había un carruaje, era de aspecto sombrío, los caballos eran tan oscuros que solo se les podían ver los brillantes ojos blancos.
El carruaje venía siendo manejado por La Llorona, de pronto comenzó a gritar, a llorar y a lamentarse, estoy seguro de que sentí cómo la ventana se movía.
Entonces el carruaje se alejó a toda velocidad dejando un rastro de fuego.
Me desmayé después de eso.
Al día siguiente nos enteramos de que otro niño había desaparecido.
Mi padre vendió la casa y nos mudamos a donde vivimos actualmente, en San Cristóbal de las Casas, Chiapas.
Yo creí que estando tan lejos el recuerdo de La Llorona se quedaría atrás, pero cuando escuché sobre la Xtabay supe que la mujer del río siempre está cerca.
 
Autor: Ramiro Contreras
Derechos Reservados

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