Espíritu Abandonado Historia de Terror

Espíritu Abandonado Historia de Terror

Hasta hace poco, quizás un par de años atrás, toda la familia nos volvimos a reunir en casa de mis abuelos, siempre se llevaban a cabo reuniones familiares cada año, y este último a mí en lo personal me pasó algo mientras me estaba bañando Espíritu Abandonado Historia de Terror.
Justo acababa de llegar con mi Familia desde la Ciudad de México, y como había sido un viaje muy largo hasta la Ciudad de Guadalajara le pedí a mi Abuela que me prestara su baño para darme una ducha rápidamente. Me encontraba bañándome, yo había procurado cerrar la puerta con llave, tenía ya muchos primos pequeños que jugaban en la casa y se metían sin pedir permiso, pero cuando ya estaba por terminar, atreves del cancel de la regadera pude apreciar la silueta de una niña. No sabía quién era, así que le pedí amablemente que saliera. Sin decir nada se fue, no podía ver quien era con exactitud por lo empañado de la puerta. Me pareció además más extraño que no hiciera ningún ruido, pues no se había escuchado que abriera la puerta al irse. No le di importancia alguna. Así que, al salir del Baño para cambiarme, pude ver algo detrás de la puerta de acceso de la habitación de mis abuelos. Estaba entre abierta la puerta y solo podía verle una parte del rostro. Era una niña pequeña a quien no conocía. Le dije que cerraría la puerta pues me cambiaría de ropa, pero antes de que yo me acercara ella corrió. Me acerqué ya molesta al cuarto, pensando que mi primo sería aquella niña.
 
AL salir de la habitación me encontré con mi abuela sola en la cocina, quien estaba preparando la cena. Le pregunté si ubicaba a la niña que había visto, pues un par de veces me la había encontrado, pero no sabía de quién podía ser. Mi Abuela se me quedo viendo y sonrió.
-Ya tenía mucho que esa niña no se aparecía por aquí – Dijo mi Abuela – Fue cuando caí en cuenta que se trataba de la niña que se aparecía en la casa de mis abuelos, y es que ellos nos contaban historias de Fantasmas antes de acostarnos a dormir.
Así que, de este modo, quisiera compartirles la historia que siempre nos contaban mis abuelitos cuando ellos eran mucho más jóvenes, siempre en las reuniones familiares se prestaban para platicarnos historias de su juventud y de cuando eran más chicas mis Tías y mi Madre. Cabe señalar que, en navidad, cuando toda la familia se reunía, platicaban siempre historias de fantasmas, pero siempre fue mi abuelo el principal centro de atención.
Lo que les contaré es algo que ocurrió ya muchos años atrás, cuando mi Abuelito era joven y apenas tenía tres hijas con mi abuelita. Me gustaría añadir que nuestra familia siempre fue de esas tradicionales, que tenían un número grande de hijos, viviendo en una casa de las antiguas, justo con su patio y lavador en el centro de la casa, ya sabrán por qué especifico esto.
 
Cuando mi abuelito trabaja en la Cervecería, salía muy temprano de Guadalajara hacia Tepatitlán, para los que no ubiquen queda a una distancia de poco menos de una hora por carretera. Pero mi abuelo se transportaba por bicicleta, por la terracería y rancherías. Salía bastante temprano, cuando ni el sol se asomaba todavía. Nos cuenta que llegaba a tiempo para trabajar, y al terminar su jornada laboral regresa por la misma ruta. Durante el trayecto siempre le pasaban un sin número de cosas, pero particularmente una de ellas es la que lo dejó más marcado.
En el camino, por las rancherías no era muy común encontrarse gente, sobre todo por la hora, se decía que había varios asaltos o que en la noche los coyotes salían a cazar. Esto nunca le apuró a mi Abuelito, pero un día al estar de regreso se encontró con algo que no esperaba.
 
Justo a mitad del camino se encontró con un bulto pequeño, a simple vista no logro distinguir de que se trataba por la poca luz, pero al pasar a un lado de él logró distinguirlo, se trataba de un pequeño cráneo. Igual que si se tratara de un bicho raro, lo movió con el pie. Era de color café, y apenas le cabía en la palma de su mano. Se bajó de la Bicicleta, lo levantó para examinarlo bien, le faltaban los dientes de abajo. Busco a su alrededor, pero no encontró nada más. Hizo lo que creyó era lo más prudente. En la orilla cavó un pequeño hoyo y lo depositó allí, amontonó muchas piedras para hacer una especie de montículo.
 
-Descansa en Paz quien quiera que seas – le Dijo mi abuelito, se persignó y se retiró.
Al llegar a casa, en la hora de la cena, le contó todo lo que le había pasado a mi abuela y a sus tres hijas, pero quien se mostró más asustada por lo que decía mi Abuelito fue mi Abuela, ella era una persona muy supersticiosa, además en la familia se daba mucho las creencias de visitar a santeros o curanderos. Fue allí fue que mi abuela sabía que encontrarse con osamentas o huesos de otra persona se trataba de mala suerte, debido a que la mala fortuna del muerto podía seguir a aquel que tocara sus huesos, sin embargo, a mi abuelito eso no le importo en lo absoluto, decía que eran puras tonterías y que no pasaba nada.
 
Por la noche, cuando todos dormían, mi Abuelito era el único que no podía conciliar el sueño, por más que lo intentara había algo que lo mantenía despierto. Decidió levantarse a tomar un poco de agua y esperar en la cocina a que por fin le llegaran las ganas de dormir. Cabe mencionar que para dirigirse a la cocina era necesario atravesar el patio, allí tuvo una extraña sensación, podía sentir que alguien le observaba o que se encontraba alguien cerca de él. De reojo miro hacia un lado, y lo que pensó que se trataba de una toalla colgando se trataba de una niña que le observaba en silencio. Mi Abuelito quedó pasmado por el susto, no podía moverse, las piernas no le contestaban y por más que él quería hacerlo no le era posible. Aquella niña se desvaneció ante sus ojos y mi abuelito pudo por fin respirar. Perdió la fuerza en ambas piernas que no lo pudieron mantener en pie y tuvo que hincarse para recuperar el aliento.
Mi abuela lo encontró aún en el patio con la mirada perdida, lo movió un par de veces, pero mi abuelo no decía nada, solo se escuchaba que trataba de decir algo, pero de su boca no salían las palabras.
– ¿Qué te traes tú?, parece que has visto una aparición – Le dijo mi Abuela, pero mi abuelo no respondió. Toda la mañana no puedo decir nada, las manos de mi abuelo le temblaban tanto que no podía agarrar un vaso de agua. De hecho, ese día no fue a trabajar por cómo se sentía. Mi abuela apurada por la situación pidió consejo a la curandera de la colonia, quien llegó a la casa a las pocas horas. Ella lo revisó por un buen rato.
 
– Tiene el muerto encima el señor – Dijo la curandera después de revisarlo durante todo ese tiempo. Le dio varias cosas a tomar, pasó unas hierbas por su cabeza. Las manos de mi abuelito dejaron de temblar. Al cabo de unas horas ya se veía más normal.
 
Al día siguiente, sin embrujo encima, mi abuelo salió puntual al trabajo, sin embargo, esta vez evitó pasar por el mismo camino, por el miedo que aún sentía o el recuerdo de la niña que vio esa noche fue lo que le hizo cambiar de parecer.
 
Para el regreso a casa, mi abuelo decidió tomar el camino de antes, hacía mucho menos tiempo y se sentía más tranquilo que en la mañana y conforme pas´ó el día se había hecho a la idea de que quizás aquello no pudo haber sido verdad o se lo había imaginado.
 
Sin embargo, al pasar por el mismo lugar el cráneo se encontraba nuevamente justo a la mitad del camino. Parecía ser que lo estaba esperando todo este tiempo. A mi abuelo se le ocurrió que quizás algún coyote o un perro lo había sacado de su lugar, se acercó al cráneo y al tomarlo nuevamente en vez de ponerlo en el hoyo que había cavado el otro día, decidió guardarlo en su mochila para darle santa sepultura en su casa. Se persignó y al retirarse de allí, dice mi Abuelo que conforme se estaba alejando el lugar, pudo sentir que alguien le observaba y comenzaba a perseguirlo. Empezó a pedalear tan rápido que llegó un momento en el que podía sentir que una extraña sensación que lo jalaba por la espalda, casi haciéndolo caer. No quería voltear pues tenía el presentimiento que detrás de él se encontraba esa niña.
 
Cuando le faltaba poco por llegar a casa, podía sentir que la mochila le pesaba más de lo normal, y que sobre la bicicleta alguien más estaba arriba de ella. Al llegar a casa, pidió a mi abuela que le ayudara con lo que tenía dentro de la mochila, y cuando mi abuela la abrió dio un grito al observar de lo que se trataba.
¿! ¿¡Qué quieres que haga con esto!?- Le preguntó mi Abuelo, le pidió que le llamara a la Curandera para que les ayudara a darle Santa sepultura? Al llegar la curandera, lo primero que hizo fue llamarle la atención a mi Abuelo, pues le decía que el dueño de ese Cráneo le había seguido. Y no podía asegurarle si se trataba de un Ente bueno o uno maligno, ya que a los demonios les gustaba disfrazarse de niños para seguir a sus víctimas. Y que en el mejor de los casos podía tratarse del cráneo de un niño.
La Vieja Curandera prosiguió a preparar todo, pero antes de eso, pidió que los hijos de mis abuelos no estuvieran cerca o en la misma casa. Solo mis abuelos y la Curandera se quedarían. El cráneo lo acomodó en el centro del patio, justo en el lugar donde mi Abuelo había visto a la niña. La Curandera comenzó con el ritual, empezó a decir varias palabras que no habían escuchado antes, sus ojos se pusieron en blanco, y sus manos empezaron a temblar. Mi abuela traía en sus manos un rosario y mi abuelo un frasco de vidrio con agua bendita que le había dado la curandera. Ella les comentó que en cuanto les diera la indicación se pusieran a rezar. La curandera ya les había dicho que no podía hacer mucho si se trataba de un Demonio, pero si fuera espíritu noble podría hacer algo. A su alrededor las cosas empezaron a moverse, una de las macetas de mi abuela se cayó por sí sola, las cosas crujían al lado de ellos y aunque ya era tarde y de noche, parecía que la oscuridad se apoderaba más del lugar. En ese instante el cuerpo de una niña ante ellos se materializó, era traslúcido de la cintura hacia abajo, la curandera empezó a rezar y encendió un par de veladoras. Mi abuela empezó a rezar el rosario en silencio. La niña se desvaneció en unos segundos.
Ya habían pasado algunos minutos cuando la Curandera por fin había despertado de su trance. Ella les comentó que se trataba del espíritu de una niña que había fallecido ya hace muchos años, pero nunca encontraron su cuerpo y aún no aparece. Pero fue mi abuelo quien tuvo la suerte de encontrarse con el cráneo perdido de la niña. Preguntaron que podían hacer para que la niña descansara en paz. La curandera les pidió que solo prendieran veladoras para ella, poder brindarle luz a un espíritu es lo mejor para poder encontrar el camino.
Ambos cuando estaban con vida, nos juraban que la historia era real, y que por las tardes el espíritu de esa niña se quedaría allí con ellos. El cráneo término enterrado en el Patio de su casa, mi abuelo construyó una pequeña capilla encima de ella para rezar por la niña.
Se dice que la niña se pasea dentro de la casa, y cuando menos lo esperas se desvanece frente a ti. Existe la creencia de que nos protege ante algún mal a toda la familia.
 
Autor: Lengua De Brujo
Derechos Reservados

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