Una Noche Con Los Muertos Historia de Terror

Una Noche Con Los Muertos Historia de Terror

Soy maestro de historia en una secundaria de Nayarit. Cada año, cuando toca hablar sobre los panteones más importantes de México, es bastante común que los estudiantes cuenten como ellos, o alguien que conocen, han visto fantasmas en los cementerios Una Noche Con Los Muertos Historia de Terror.
Siempre le dije a los muchachos que no anduvieran contando esas historias, ya que contribuían a que todas esas creencias sin fundamento se perpetuaran.

Algunos se enojaban y querían discutir. Yo les decía que si no iban a seguir mis indicaciones podían salirse de mi clase, sabiendo sus respectivas consecuencias.

Nunca faltaba el listo de la clase que insistía en debatir, así que de vez en cuando los dejaba lanzar todos sus argumentos para después destruir todas las patrañas que habían dicho con simples hechos de la realidad. Las historias se acababan después de eso.
En más de una ocasión padres de familia quisieron ir a reclamarme, mi respuesta siempre era la misma: si no está de acuerdo con lo que yo enseño edúquelos usted en su casa.
Con el pasar de los años los nuevos estudiantes ya sabían que si yo iba a ser su maestro debían omitir por completo cualquier historia de naturaleza sobrenatural.
Un mal día llegó a mi clase de tercero un nuevo estudiante, era foráneo, si no mal recuerdo venía de la Ciudad de México. Cuando tocaba explicar, como cada año, el rol tan importante de los cementerios, empecé diciendo que iba a reprobar a todo que creyera en fantasmas, este joven alzó la mano, su cara denotaba molestia, le permití intervenir y lanzó una tormenta de criterios defendiendo la postura espiritista y el hecho de que los muertos si vienen del más allá.
Pude corregir casi todo lo que había dicho, su palabrería se estaba cayendo a pedazos, entonces me retó, me dijo que si yo en verdad estaba completamente seguro que los muertos no regresan no debería tener ningún problema con pasar toda la noche dentro del panteón rodeado de los muertos que yo decía que no podían regresar.
Hubo silencio, todos los alumnos fijaron su mirada en mí, expectantes de mi respuesta. Si no aceptaba iba a quedar realmente mal frente a los estudiantes y haría parecer que ese alumno me había vencido, así que acepté el reto, pactamos que sería ese viernes. Le dije que lo haría, pero con una condición: si yo no presenciaba nada paranormal lo reprobaría durante todo el año sin ninguna otra oportunidad. Él aceptó.
El rumor del reto del panteón se corrió rápido, compañeros maestros y alumnos de otros salones ya estaban enterados. El alumno nuevo era alabado como un mesías, como aquel que quizá finalmente podría hacerme retractarme.
Fue un miércoles cuando el alumno me retó, así que los siguientes días todos los alumnos estuvieron más tranquilos de lo normal, creo que el aceptar el reto les había hecho merecedor de su respeto, como alguien que defiende su postura sin importar lo que se tenga qué hacer.
Llegó la esperada fecha, mientras estaba parado frente a la entrada del cementerio, sosteniendo una bolsa llena de galletas que había llevado para pasar la noche, pensaba en cómo era posible que mi ego fuera tan grande como para llevarme a aceptar un reto de pasar toda la noche en un panteón con tal de comprobar que yo tenía la razón, en fin, así es la arrogancia.

Aquella noche era bastante fría, recuerdo que el viento soplaba con sutileza, la tierra ensuciaba mi pantalón y mis zapatos, algunas hojas secas golpeaban mi cara.

Entré al panteón y comencé a pasearme ayudado con una pequeña linterna.

Las ramas de los árboles titiritaban de frío mientras se quedaban sin hojas.

Había una manta de profunda oscuridad envolviendo todo el panteón.

Estuve vagando sin rumbo entre las tumbas, en cierto punto me encontré con la persona que cuida el cementerio, le platiqué sobre el reto, así que me invitó a su pequeña oficina para tomar un café y así mantenerme despierto. Luego de tomarlo le agradecí y volví a caminar por el panteón.
Pasaron las horas, me terminé las galletas que había llevado, eran como las doce cuando comencé a sentirme muy cansado así que decidí sentarme, no lo pensé, simplemente descansé sobre una de las tumbas.
Ahí estaba yo, mirando las estrellas y la luna que se encontraba en su fase de cuarto menguante. De pronto una muchacha se me acercó, era de piel muy blanca, cabellera larga y rubia, traía un vestido suelto, zapatos y velo, todo de color blanco. Me pidió que me levantara de la tumba pues resultaba ser de un familiar suyo. Me apresuré a quitarme y me disculpé.
Caminé hasta alejarme de ahí, sí me pareció extraño que alguien fuera a visitar a sus muertos a esa hora, pero si yo estaba ahí, ¿por qué ella no? Lo único que no me hacía sentido era la vestimenta que llevaba, pero quién soy yo para juzgar a la gente.
En fin, dejé de pensar en eso y seguí mi camino hasta que encontré un mausoleo bastante llamativo, quise acercarme, pero entonces mis ojos presenciaron algo que me perturbó demasiado: un niño pasó corriendo bastante cerca de mí, pude verlo desvanecerse entre las tumbas. Apenas estaba recobrando el aire cuando otro niño pasó corriendo, me asusté y caí sobre una de las tumbas, me pegué fuerte en la cabeza.
Me quedé ahí tirado un momento, un ruido blanco me dejó algo sordo, me sacudí el oído hasta que lo sentí mejor. Entonces me enderecé un poco, volteé en busca de ver alguna otra cosa rara, pero nada, respiré aliviado, me dije a mí mismo que seguramente todo había sido ocasionado por el sueño. De pronto escuché que una lápida se estaba moviendo. Giré y pude ver una mano que tenía un anillo peculiar asomarse desde el interior de la tumba, me tallé los ojos, pero la mano no desapareció, todo lo contrario, una segunda mano también se asomó.
Me levanté de un brinco, traté de ubicar la salida para largarme de ahí, quise correr, pero cuando intenté dar el primer paso ya no pude moverme. Intenté con más fuerza, pero fue inútil. Mi pantalón y uno de mis zapatos estaban fuertemente enredados con un gancho que estaba atado a una de las tumbas.
Las manos que habían salido de aquella tumba seguían empujando la lápida para poder liberarse, así que rasqué mi pantalón y saqué mi pie del zapato.
Ahora sí, corrí directo a la salida. Mi escape fue frustrado por un muy filoso pedazo de vidrio que terminó enterrándose en el pie que llevaba descalzo. Grité de dolor mientras caía al suelo.
Para este punto ya había perdido mi linterna así que fueron inútiles mis intentos por sacarme ese pedazo de vidrio. Intenté ponerme en pie, pero no pude.
Frente a mí había un árbol y pude ver a la joven del vestido blanco, estaba observándome en silencio, entendí que se trataba de una de ellos.
Yo seguía mirando a la mujer del vestido cuando escuché el sonar de unas espuelas, estaban detrás de mí, como pude me giré cuidando de no lastimarme más el pie. Entonces pude ver a un anciano vestido de charro, en una de sus manos tenía un anillo peculiar, ese señor era el que había empujado la lápida para salirse.
Me arrastré hacia atrás hasta que me torcí un brazo. De la nada algo me atravesó, sentí como si un viento entrara en mi piel para luego salir, de reojo pude ver al niños que había visto antes.
Me abofeteé esperando despertar de aquella terrible pesadilla. Una, dos y tres veces, pero nada, no estaba soñando. En verdad estaba tirado en medio de un panteón en la madrugada y rodeado por cuatro fantasmas de las personas que habían sido enterradas ahí.
La mujer de blanco comenzó a acercarse lentamente hacia mí.
Mientras más cerca estaba podía notar que se estaba transformando. Dejó su forma humana y ahora era un esqueleto. Su vestido cambió de blanco a negro.
Yo estaba completamente paralizado del miedo, ese esqueleto fantasma se acercó tanto que literalmente podía ver a través de las vacías cuencas donde antes estaban sus ojos.
Luego dio la vuelta y se alejó. El anciano de las espuelas también dio la vuelta, y el niño corría hasta perderse en la oscuridad mientras se reía. Fue así que los cuatro fantasmas me dejaron solo.
Pasé ahí toda la noche, intenté en varias ocasiones ponerme de pie, pero no pude, claramente no dormí, estuve en vela expectante por si alguna otra cosa se me acercaba, afortunadamente no hubo nada más.
Por la mañana la persona que cuida el panteón se me acercó para ayudarme, se disculpó por no haberme socorrido durante la noche, pero me dijo que a los muertos no les gustan los vivos curiosos. Le pregunté si él había visto algo y me dijo que sí, que cada año sale uno o dos, pero cuando alguien decide pasar la noche en el panteón salen más.

El buen hombre me llevó hasta el hospital para que curaran mis heridas, afortunadamente solo ocupé algunas puntadas.

Llegó el lunes, día de clase, todos mis alumnos estaban muy atentos a lo que yo tenía que decir. Le pedí al alumno foráneo que se pusiera de pie y le dije que estaba reprobado. Que todo lo que había dicho solo eran tonterías.
Esta es la primera vez que me atrevo a admitir lo que en realidad viví aquella noche encerrado en un panteón de Nayarit, rodeado de fantasmas….
 
Autor: Ramiro Contreras
Derechos Reservados

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