El Brujo Nahual De Yucatán Historia de Terror

El Brujo Nahual De Yucatán Historia de Terror

Me presentaré como Craz, no es mi apodo real, tampoco daré mi nombre. Soy marino, de la Fuerza Naval del Golfo, y la experiencia que quiero exteriorizar me ocurrió en Yucatán hace tiempo El Brujo Nahual De Yucatán Historia de Terror.
Ciertamente no es muy sonado que haya conflictos contra el crimen organizado en ese estado. Si bien Mérida y las ciudades costeras están más o menos controladas debido al turismo, algunas de las ciudades del interior del estado sufren desapariciones de menores, no puedo entrar en detalles, pero digamos que algunos turistas no viajan a Yucatán por las playas. El crimen organizado es el intermediario que provee al turista con lo que viene a buscar.
Nosotros tratamos de desmantelar estas redes, pero están tan bien organizadas que es como perseguir a un fantasma. Todo apunta a que los líderes de estas redes pertenecen a Europa del Este. Pero vienen a México porque el mercado en aquella zona ya está muy competido.
Sus casas de seguridad son muy difíciles de encontrar porque se trata de simples cabañas de uso temporal, cuando saben que estamos cerca simplemente desmontan la cabaña y se mueven. Esto no se les complica porque no retienen a los menores por muchos días. Por si esto no fuera suficiente, sus cabañas están dentro de la selva, lo que complica bastante su rastreo.
Esta organización criminal trabaja de la mano con algunas sectas presuntamente satánicas, su metodología es la siguiente. El menor es extraído de alguna comunidad indígena, es llevado por la organización criminal a la casa de seguridad mientras se cierra el trato con el extranjero, después es entregado al extranjero y se le especifica que más tarde serán otras personas quienes vayan por el menor, estas otras personas presuntamente pertenecen a una secta satánica.
En muy pocas ocasiones hemos podido desmantelar las cabañas de la selva, pero sí hemos podido dar con mucha de la gente que recoge a los menores. En sus casas siempre encontramos altares al Diablo. Estas personas han dicho que ellos se encargan de enviar a estos menores por todo el país para que sean usados en rituales. Suena bastante descabellado, lo sé. Pero la gente de Cholul puede confirmar que en una hacienda que se presume embrujada se llevan a cabo rituales satánicos donde hay sacrificios humanos. Muchos de los restos que se han podido encontrar en este lugar son de menores.
Ya que expliqué el contexto de la macabra situación puedo decirles lo que en una ocasión nos contó uno de los detenidos pertenecientes a la red criminal que se esconde en la selva. Luego de darle una calentadita aceptó cooperar, nos dijo que más allá de que la selva fuera un buen lugar para esconderse, usaban ese lugar porque el Brujo Nahual les ofrecía protección, según el detenido, este ser impediría que alguien se acercara a ellos por la noche, con la condición que siguieran permitiendo que los menores fueran tomados por la secta satánica. Yo sentí escalofríos cuando dijo eso ya que en realidad sí existe, según las leyendas locales, un Brujo Nahual.
Me hizo algo de sentido cuando mencionó lo de que nadie podría acercarse durante la noche, ya que las veces que habíamos intentado incursionar en la selva de noche por una razón siempre terminábamos dando la vuelta, la mayoría de las veces era porque los vehículos fallaban.
Yo sentí inquietud y muchos otros de mis compañeros también. No dudamos en expresar tal inquietud a nuestro superior, todos aquí conocemos las leyendas y procuramos tomarlas con respeto, no queremos llevarnos alguna sorpresa. Pero el coronel se molestó y nos llamó cobardes, y para demostrar que tal leyenda sobre el Brujo Nahual eran patrañas iríamos esa noche a buscar una cabaña al interior de la selva.
El plan era ir al amanecer, pero el coronel estaba muy molesto porque su General le había llamado la atención precisamente porque todas las incursiones nocturnas habían sido un fracaso.
El coronel nos avisó que si los vehículos fallaban iríamos caminando hasta la selva, pero íbamos a ir.
Ya que estaríamos en servicio toda la noche fuimos a dormir un rato, unas cuatro horas quizá.
Como a las ocho de la noche comenzamos a preparar todo para salir a la selva. Ajustamos bien nuestras botas, subimos a los vehículos suficientes armas y municiones, tomamos nuestros visores nocturnos, tomamos el mapa que marcaba la ruta a seguir a pie dentro de la selva y partimos.
Cuando llegamos a la mitad del camino estábamos ansiosos pensando que, como siempre, los vehículos iban a fallar, para nuestra sorpresa no ocurrió y pudimos seguir adelante.
Faltando unos tres kilómetros para llegar a la selva los vehículos se apagaron. Todos, los 30 Marinos que íbamos, bajamos de los vehículos. Establecimos un plan de acción y pasamos a proceder. Seis se quedaron escoltando los vehículos. El resto avanzamos. Cada trescientos metros un compañero se quedaba haciendo guardia, así, además de los radios, manteníamos una comunicación visual que conectaba la selva con los vehículos.
Quince Marinos fuimos los que nos adentramos a la selva a eso de las 10 de la noche.
La ruta que íbamos siguiendo estaba en la periferia de las zonas donde habitan aquellos animales salvajes que podrían ser un problema en caso de que nos atacasen. Eso significa que a veces llegar del punto A al punto B lleva cincuenta minutos cuando si vamos en línea recta tardaríamos menos de quince.
Acabábamos de pasar por un cenote cuando de pronto escuchamos un galopar bastante consistente, eso era sumamente extraño, ese animal debería ser grande y pesado, posiblemente un caballo podría ser el causante de ese sonido, la cuestión es que en la selva no hay caballos.
Decidimos acelerar el paso para alejarnos de lo que sea que estuviera causando ese ruido. Pasadas la media noche volvimos a escuchar el galopeo, el cenote donde habíamos escuchado ese sonido por primera vez lo habíamos dejado atrás hace más de ocho kilómetros, esa cosa nos venía siguiendo.
Paramos y, manteniendo nuestra posición, buscamos con los visores a la criatura, pero nadie pudo ver nada más que naturaleza así que guardamos los visores nocturnos. Uno de los compañeros mencionó que quizá se trataba de algún animal exótico que se le había escapado a algún millonario que viviera cerca. No tenía mucho sentido, pero fue una excusa perfecta para dejar de pensar en eso y seguir.
Luego de avanzar otros cinco kilómetros encontramos la casa de seguridad, la cabaña, avisamos por radio a los Marinos que no habían entrado a la selva para que estuvieran listos en caso de que se armara la balacera.
Rodeamos el perímetro para evitar sorpresas, hubo nueve disparos, neutralizamos a quienes vigilaban la cabaña.
Derribamos la puerta e ingresamos al lugar, no había una sola persona viva dentro, lo único que encontramos fue el cuerpo de un menor, tenía abierto el estómago y le faltaban algunos órganos.
Recibimos por radio el aviso que los vehículos habían vuelto a funcionar y que ya venían en camino. Tomamos fotografías, pedimos el servicio de levantamiento de cuerpos y salimos de la cabaña.
Bajamos un poco la guardia, hicimos bromas sobre los vehículos, entonces una vez más escuchamos ese galopar. A lo lejos pudimos ver un par de puntos rojos separados entre sí por al menos setenta centímetros y a una altura superior a los dos metros. Parecían veladoras, pero más brillantes. Tomamos nuestras armas. Entonces las luces rojas comenzaron a moverse muy rápido alrededor de nosotros, se nos complicaba seguir apuntando hacia su ubicación. Estábamos poniéndonos nerviosos.
De pronto los puntos rojos se quedaron quietos y pudimos escuchar un extraño relinchar que provenía de esos puntos rojos, era un sonido opaco, bastante grave y rasposo.
Por alguna razón yo no me había colocado los visores nocturnos, en cuanto me caí en cuenta me los puse solo para notar que esas luces rojas era las puntas de un par de grandes y ostentosos cuernos que estaban pegados a la cabeza de una persona alta y delgada.
Pude ver como corrió hacia nosotros, no lo dudé y abrí fuego, mis compañeros hicieron lo mismo. Yo estaba tan impacto que ni siquiera me había dado cuenta que en la dirección en la que estaba disparando ya no había nada. Solté el gatillo y busqué en todas direcciones, me retiré el visor nocturno y lo lancé al suelo, me limitaba la vista periférica.
Entonces la cosa esa en un parpadeo estaba en medio de nosotros. No podíamos dispararle, nos hubiéramos matado nosotros mismos. Todos lo vimos con asombro, era definitivamente una persona, pero su cara era como la de un caballo, pero con barba o algo que se le asemejaba, tenía todo el cuerpo cubierto de pelo negro, y en lugar de orejas tenía esos inmensos cuernos de cuyas puntas salía un poco de fuego. Su mirada era pesada y siniestra, no tenía pupilas, sus ojos eran como un agujero negro, mirarlos era como mirar el vacío, como mirar la nada eterna, transmitía una sensación de desolación absoluta.
Al menos a mí no quedó ninguna duda, ese ser era el Brujo Nahual.
Giró su cabeza dándonos a entender que al estar ahí estábamos cometiendo un grave error. De pronto se esfumó como el viento. Tardamos algunos segundos en reaccionar y luego alguien gritó que teníamos que largarnos de ahí, tomamos formación y corrimos hasta salir de la selva, subimos a los vehículos y nuestras caras de miedo fueron suficientes para que los compañeros supieran que teníamos que regresar a la base inmediatamente.
Cuando estábamos de vuelta en el cuartel eran las cuatro de la mañana. Informamos a nuestro superior sobre lo ocurrido, nunca supe si nos creyó o no, pero al menos no volvió a enviarnos de noche.
Si en tu ciudad existe alguna leyenda sobre un Nahual o un Brujo, por favor, créelo.
 
 
Autor: Ramiro Contreras
Derechos Reservados

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