Travesura Siniestra Historia de Terror

Travesura Siniestra Historia de Terror

Me llamo Carlos, vivo en una ciudad fronteriza con Estados Unidos, desde muy chico siempre tuve la facilidad de ver cosas Travesura Siniestra Historia de Terror, fantasmas, duendes y brujas. Así pasé mi infancia y mi adolescencia, viendo cosas que no podía contarle a nadie para que no me juzgaran loco, además, mis padres eran cristianos, así que si yo les contaba que estaba viendo cosas posiblemente pensaran que se me había metido el Diablo y podrían haberme llevado con el pastor para que me practicara un exorcismo, eso me daba mucho más miedo que las cosas que veía, por eso me callé.
Durante 3 décadas conviví con esas cosas sin que intentaran hacerme nada, pero en una ocasión llego un ser siniestro que estaba decidido a causarme mucho dolor. En aquel entonces yo ya estaba casado y tenía una hija. Mi hija era tremenda, muy traviesa, nunca se estaba quieta, no era mala, pero si era un cadillo andante, mi mujer no podía controlarla y constantemente me llamaba al trabajo porque mi hija la ponía muy histérica, y pues no me quedaba de otra que darle una buena con el cinto, esta situación se repetía más de 2 veces por semana, y la verdad era agotador.
Así que opté por otra técnica, le conté una historia sobre un gnomo que durante las noches viene por los niños que se portan mal, mi hija se asustó bastante, tanto que como por un mes no hizo ninguna travesura. Precisamente por su buen comportamiento le compré un triciclo, ella era feliz jugando con esa cosa en el patio, andaba como torbellino, pero al menos ya no hacia destrozos dentro de la casa.
A mí hasta me empezó a ir mejor en el trabajo, pues ya no me la pasaba esperando a que mi mujer me llamara para quejarse de mi hija. Una tarde, cuando salí del trabajo, pasé a un local que vende accesorios para bicicletas y compré una campanita, llegando a casa se lo coloqué al triciclo de mi hija, le gustó mucho, le dije que en cuando su madre le pidiera dejar de hacer ruido con la campana debía hacer caso, porque si no lo hacía vendría el gnomo.

Hizo caso sin desobedecer a su madre ni una sola vez. Una noche cualquiera, yo me había quedado en la sala viendo una película, mi esposa y mi hija ya estaban dormidas, de pronto escuché el sonar de la campanita del triciclo. Una, dos y tres veces. Inmediatamente, me levanté y salí al patio listo para golpear a quien sea que estuviera en el patio de mi casa, pero no encontré a nadie, solo estaba el triciclo tirado, lo raro era que una de las llantas estaba girando, eso me dio mala espina, pero lo dejé pasar.

Pensé que se trataría de una situación aislada así que no le comenté nada a mi mujer, el problema fue que la noche siguiente, un sábado, pasó algo un poco más alarmante. Yo había ido a jugar un dominó a casa de unos cuates, llegue tarde a la casa, como a las 2 de la madrugada, entre sin hacer mucho ruido, para no despertar a mi esposa, ya me estaba yendo a acostar cuando algo golpeó la puerta que da al patio.

No fue un golpe muy ruidoso, pero si fue contundente, luego sonó la campanita del triciclo, me quedé quieto un momento. La puerta se abre hacia adentro así que si la abría yo quedaría expuesto a quien estuviera afuera así que decidí no hacerlo, pero tampoco podía irme a acostar, entonces, sin hacer mucho ruido, agarré una silla y la puse recargada en la puerta y ahí me menté yo, así, si alguien intentaba entrar yo iba a despertarme.

Me quedé dormido esperando que algo pasara, pero no ocurrió nada, al amanecer mi mujer me despertó y me preguntó que estaba haciendo ahí, le dije que alguien había intentado entrar, ella se preocupó y me dijo que debíamos hacer algo. La tranquilicé diciendo que iba a comprar una reja de doble cerrojo para la puerta principal y para la puerta del patio.

A medio día salí a comprar las rejas y de paso pedí que las colocaran, me gasté bastante feria en eso, pero pues la seguridad y la tranquilidad de tu familia no tiene precio.

Esa noche dormimos tranquilos, nadie golpeó la puerta, no hicieron sonar la campanita del triciclo, el intruso se había dado cuenta de que ya no podía entrar, bueno, eso fue lo que yo creí. Una tarde, mientras yo estaba en el trabajo, mi mujer me llamo muy histérica, me dijo que mi hija estaba sangrando que la habían atacado, inmediatamente dejé el trabajo botado y me arranqué a toda velocidad para llegar a mi casa.
Por lo general hago media hora en coche para ir del trabajo a la casa, bueno, ese día hice 10 minutos, me pasé todos los altos y los rojos, me metí en contra, tenía muchísima urgencia por llegar. Cuando entré a mi casa me encontré a mi hija sangrando de una de sus manos, sangraba bastante, inmediatamente la subí al coche y nos largamos al hospital.
La herida que tenía mi hija era grande, ancha y profunda, todo el asiento donde iba mi hija quedo manchado de sangre. La pobre necesitó 12 puntadas para cerrar bien la herida. Mientras cocían a mi hija le pregunté a mi esposa que demonios era lo que había pasado, pues esa herida era terrible, me dijo que mi hija estaba jugando con su triciclo, de pronto se paró frente al árbol y se agachó como para agarrar algo, fue en ese momento que gritó.
Era muy raro. Yo le comenté eso al doctor por si él, viendo la herida, tenía alguna idea de que había podido ser la causa, me dijo que no había sido una picadura de ningún insecto, tampoco era una mordida de serpiente, dijo que más bien parecía la mordida de una persona. Eso no tenía ningún sentido.

Total, salimos del hospital, mi hija todavía estaba llorando así que para calmarla un poco fuimos a comprar un helado. Con eso se pudo tranquilizar, entonces le pregunté que era lo que le había pasado, con su carita llena de miedo me dijo que se le había aparecido el gnomo.

Lo describió como una criatura de baja estatura, como de medio metro, de piel pálida, ojos totalmente blancos, ropa rasgada, y con dientes grandes, sin filo, solo grandes. Eso me puso la piel de gallina, no era posible, yo le había inventado esa historia sobre el gnomo. Mi hija, todavía muy asustada me dijo que nunca más se iba a portar mal, pero que por favor le dijera al gnomo que ya no la mordiera otra vez porque le dolía mucho.

Se me hizo un nudo en la garganta, no sabía que decirle a mi hija, solo le dije que estaba bien, que yo hablaría con ese gnomo para que ya no la molestara. Esa noche mi hija durmió con nosotros, ella ya no quería salir al patio, seguía aterrorizada, yo también lo estaba, a tal punto que no dormía por las noches, , me acostaba y cerraba los ojos, pero en cuanto escuchaba cualquier ruido, por más insignificante que fuese, yo inmediatamente me levantaba y buscaba de donde había venido ese ruido.

Una noche escuché como que algo se estaba arrastrando, sonaba como algo metálico, pero no pesado, le siguió un sonido de algo rasgándose, algo delgado, una tela o una malla, inmediatamente me levanté, debía tratarse de una ventana, alguien estaba entrando. Lo primero que hice fue revisar la ventana del cuarto, no era esa, revisé la otra habitación, pero tampoco, entonces me percaté que la puerta de la ducha estaba ligeramente abierta, ese llamo mi atención pues yo fui el último en usar la ducha y estaba seguro de haberla dejado bien cerrada, empujé un poco la puerta y pude ver la ventana, que está en la parte de arriba, abierta y con la rasgada.

Esa ventana es chica, solo es para que se salga el olor y la humedad, definitivamente ninguna persona cabe por ahí. Debía tratarse, sin duda alguna, del gnomo. Mientras estaba inmerso en mis pensamientos escuché que cerraron la puerta detrás de mí, lo hicieron con fuerza así que me asusté y me giré rápido, la abrí y pude ver una figura diminuta corriendo hacia atrás del refrigerador.

No tengo armas en mi casa, así que agarré lo único que podía, la escoba. Metí la escoba por detrás del Refri intentando golpear a esa cosa, y salió corriendo, no vi a donde se metió, pues solo lo alcancé a ver de reojo. Encendí todas las luces, golpeé la estufa, moví las sillas, no estaba por ningún lado.

Entonces mi hija gritó, la puerta del cuarto yo la había dejado abierta y el gnomo había entrado, estaba sobre mi esposa, tapándole la boca. Quería acercarme, pero me daba miedo que esa cosa se enojara y atacara a mi mujer o a mi hija, así que solo le grité con fuerza, el gnomo simplemente volteo a verme con su cara anémica y sus profundos ojos negros, luego salió corriendo, ni siquiera intenté seguirlo, solo fui a abrazar a mi mujer.

En cuanto pudimos nos mudamos de esa casa, buscamos una que tuviera un patio chico, pues mi hija todavía no quiere jugar afuera.

Mi mujer algunas madrugadas se levanta sudando pues tiene frecuentes pesadillas con la horrible cara de ese monstruo.

 
Autor: Ramiro Contreras
Derechos Reservados

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